¿Cuántos diputados hay en la sala?

La política está instalada en una torre de marfil que se retroalimenta de crispación y polémicas estériles y desconectada de la realidad social

La pregunta –¿cuántos diputados hay en la sala?– la lanzó el martes en el Congreso Juan Carlos Unzué, legendario portero del Sevilla F.C. en la década de los noventa, hoy enfermo de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y convertido en uno de los más destacados activistas en demanda de medidas de apoyo para ese colectivo. La comparecencia en la Cámara de los afectados por esa terrible enfermedad, que conlleva un deterioro neurológico incurable, tenía como objetivo revitalizar una ley que lleva en tramitación más de dos años y que todavía no ha sido aprobada por dilaciones inexplicables. En ese periodo se calcula que más de 2.200 personas han fallecido en España víctimas de ELA. Más que en el número exacto de diputados que asistían a la sesión –estaban los portavoces de sanidad de los cinco principales grupos parlamentarios y el ministro encargado de la cuestión–, el interrogante planteado por Unzué incidía en una realidad ampliamente percibida por la opinión pública. La política se ha instalado en una torre de marfil en la que se retroalimenta de crispación y polémicas estériles mientras tiene abandonados los problemas que de verdad inciden en la vida de las personas. Sólo cinco diputados, los que no tenían más remedio, habían sacado tiempo para enterarse de las dificultades de todo tipo que atraviesan los enfermos y sus familias. Fueron decenas los que a la misma hora porfiaban sobre si las elecciones gallegas reforzaban el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo en el PP o significaban un rechazo de la amnistía que pretende aprobar Pedro Sánchez. Son situaciones como esta las que están en el origen de la negativa percepción social de la política. Una amplia capa de la población tiene la percepción de que existe una superestructura, sobre todo en la esfera nacional, pero también en la regional y en la local, desconectada de la realidad. Unzué puso el dedo en la llaga. La política tiene que reconectarse con la ciudadanía para ser útil. Si no, la gente mirará para otro lado.

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