Tantas vidas como la de un rey

09 de noviembre 2025 - 03:08

Una biografía no está hecha de una sola pieza, hay muchos personajes a lo largo de una vida, el joven Santiago Carrillo que colaboró con las matanzas de Paracuellos del Jarama, aquel impetuoso leninista que se puso al frente del orden público en el Madrid de la Guerra Civil para purgar a los quintacolumnistas no es el mismo que abogó por la reconciliación de los españoles en los años 50 y que contribuyó a ello de forma definitiva, junto a Adolfo Suárez y el Rey. Más vidas gastó aún don Juan Carlos, aunque se haya empeñado en sus capítulos postreros en arrojar sombras sobre la que ha sido su mayor contribución a la Historia de España: la recuperación de la democracia de mano de la restauración monárquica después de una república y de una dictadura. Eso sigue siendo de diez.

Cuando en 1995 se conoció que los espías españoles habían escuchado y grabado al rey Juan Carlos, revelación que le costó el cargo al jefe del Cesid –ahora CNI–, al ministro de Defensa y al vicepresidente del Gobierno, se excusó la práctica con el argumento de que, a veces, también había que proteger al Rey del propio Rey y de algunos de sus amigos. No son buenos los reyes a rienda suelta, por eso se deben a la Constitución, al Gobierno como expresión de la voluntad popular e, incluso, a la propia institución monárquica, representada por la Casa Real.

El libro que don Juan Carlos acaba de publicar en Francia es tan desacertado como interesante, y no es que revele muchos hechos, pero entre salseo y salseo nos da cuenta de cuál es su opinión y estado de ánimo actuales.

En Francia lo han comparado con el Rey Lear, y es que su vida es tan trágica como la de los monarcas de Shakespeare. Su vida está jalonada por tres elementos dramáticos. La muerte de su hermano Alfonso de un tiro cuando ambos jugaban con una pistola en Lisboa. El distanciamiento amargo con su padre después de que aceptase ser el sucesor de Franco con el título de Rey, lo que suponía saltarse a don Juan como titular legítimo y lo que llevó a que éste no renunciase a sus derechos dinásticos hasta 1977. Y, finalmente, el alejamiento de Felipe VI, después de que, ya abdicado, se conociese que poseía una fortuna oculta en un banco suizo.

Sabemos por su libro que le heló la frialdad de su hijo, a quien debería haberle reconocido su decisión en favor de la Corona en vez de responderle con un rencor infantil a través de unas memorias que ningún rey ha escrito jamás, porque esas reivindicaciones quedan para príncipes descarriados como Harry de Inglaterra.

stats