Vía Augusta
Alberto Grimaldi
¿Podemos puede?
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Ya se ha aceptado el indicativo fenómeno de reducir la salida verbal de intención política al mero insulto o, lo que me parece aún peor, a la bobada sin gracia ni ingenio. La izquierda siempre fue más de lo primero y la derecha de lo segundo. La admiración indisimulada de nuestros centristas por Alfonso Guerra, desatada últimamente, se fundamentaba en su mil veces probada capacidad para zaherir con ingenio no siempre sutil. Hoy admiran a Ayuso por tontadas pijas e impropias de una chica curtida en la calle, como eso de la fruta y esto otro de las begonias dominicanas que me parece pamplina especialmente roma.
En medio de tanto tremendismo soso como se oye o se lee, cuando Sánchez puede despreciar cada vez que habla a la mitad de la nación, cuando el mismo Papa ha podido llamar “hongos” a los católicos que cree no lo quieren por reaccionarios o, como él diría, “indietristas”, ¿quién podría asombrarse de que el feroche Mr. Trump pudiera amenazar con “ríos de sangre” en el caso de que no resultara elegido presidente? La especie la soltó, al parecer, un noticiero de TVE y, naturalmente, corrió como eso, como sangre en película mala por redacciones y columnas. Y sin embargo… lo que Trump verdaderamente dijo a un público formado por obreros del automóvil es que, de no frenarse los proyectos chinos de inundar el mercado estadounidense con coches baratos fabricados en megafactorías mexicanas, iba a correr la sangre (metafórica) de esos mismos obreros y de sus familias. Y que eso sucederá si no es elegido presidente.
Se ha expandido con tal éxito una imagen caricaturesca de Donald Trump –ganada a pulso por sus excesos verbales– que todo parece posible en un personaje así. Pero si algo no puede reprochársele es el belicismo. Fue el presidente norteamericano menos inclinado a la guerra que se recuerda, lo que le valió la enemistad de la industria armamentística, volcada con los demócratas, y de poderosos sectores neocon de su propio partido. Así, despachó a todo un John Bolton, equivalente al ministro de Defensa, por su inclinación a resolver por la fuerza los conflictos con Irán, Venezuela o Corea del Norte. Ciertamente, Trump no es un pacifista sino más bien un aislacionista, y probablemente reaccionaría con contundencia ante un peligro real para su país, pero lo de los ríos de sangre queda para otros: Bush, Clinton, Obama, Biden…
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