Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De dolor
El balcón
En los años 90 se asentaron en la Costa del Sol dos bandas rivales del crimen organizado procedentes de Lyon. Eran magrebíes de origen argelino, con negocios legales. Estaban aquí, a la vera del Estrecho, la zona de mayor tráfico de hachís del mundo, al calor del boom inmobiliario para el blanqueo, a tiro de piedra de Gibraltar, con sus sociedades pantalla y un sistema fiduciario cómodo para la delincuencia internacional. Cuando alguno de los clanes decidía en Lyon un ajuste de cuentas, aparecía acribillado a tiros un ciudadano francés que estaba tomando un café tranquilamente en una terraza de Marbella. Habían externalizado los asesinatos por encargo. Nada de sangre, o la menos posible, en suelo francés.
En la guerra de Palestina tenemos varios ejemplos de subcontratas en ajustes de cuentas. Irán ataca a Israel a través de franquicias; Hamas en Gaza, Hezbolá en Líbano o los hutíes en Yemen. Hasta que hace una semana lanzó un ataque directo de misiles y drones, sin intermediarios. Y sin éxito; la tecnología militar norteamericana tiene allí un magnífico banco de pruebas, que permitió salir indemne al estado judío. Los iraníes respondían al ataque israelita al consulado de Irán en Siria, también externalizado en manos anónimas. Después Netanyahu negoció con Estados Unidos una respuesta abierta, pero mínima, contra Teherán. Y no sabemos si entrar en Rafah. Ya no son peleas de bandas de narcotraficantes, sino terrorismos de diverso tipo que intercambian amenazas o las ejecutan lo más lejos posible de la casa madre.
Hasta las elecciones vascas ha llegado la onda expansiva. Aimar Bretos le preguntó a Pello Otxandiano si ETA fue una banda terrorista. Y el candidato de Bildu respondió: “Pero, ¿qué es terrorismo hoy en día? ¿Lo que está haciendo Israel contra Palestina es terrorismo?”. El periodista de la SER le reclamó una definición de ETA y la tuvo: “¿Una banda armada? Sí. ¿Un episodio del ciclo político histórico?, también. ¿Terroristas? No”. Todos los partidos han criticado esas palabras, reprochando a Bildu que no reconozca ni condene los crímenes de ETA.
El PSOE ha alejado la amonestación de la capital de España; su campaña vasca ha ignorado con impudor que en el pequeño Madrid del poder la coalición soberanista es socia de Pedro Sánchez. La sangre, el dolor, el daño se quedan a cientos de kilómetros de la Moncloa. Probablemente para justificar que peneuvistas y socialistas seguirán en el gobierno de Vitoria, aunque los abertzales sean los más votados mañana, sin mucho apuro a drones de represalia en el Congreso.
La sangre, lejos.
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