José Carlos Cabrera Medina

La repatriación de los mena

Migrantes rescatados en el Estrecho, al llegar al Puerto de Algeciras
Migrantes rescatados en el Estrecho, al llegar al Puerto de Algeciras / Erasmo Fenoy

30 de enero 2019 - 06:03

Después de 36 años, la Consejería de Asuntos Sociales cambia de gestores y a nadie se le escapa que el flujo de menores migrantes provenientes de otros países y su atención, se ha convertido en uno de los grandes desafíos sin solución.

En este año 2018 estos menores han multiplicado por tres el flujo que ya venían produciéndose en años precedentes, sinergia que era además fácilmente predecible.

La desidia anterior en la gestión en un tema tan controvertido solo se puede achacar al escaso interés que verdaderamente despertaba el tema, cuando no era para tener rédito electoral.

Estos años se han caracterizado por la atención a todos los jóvenes adolescentes que llegaban a nuestra comunidad dando una misma y única solución a todos ellos: el acogimiento residencial.

Esta solución, que ni siquiera damos a nuestros propios menores, viene a simplificar un proceso complejo como es el de la atención a la infancia necesitada, y en este caso, además, migrante. Esta simplificación no solo no da una solución a muchos menores conforme a los valores de la protección a la infancia, sino que ha generado más flujo hacia nuestro país, no ha mejorado su inclusión social y ha alimentado a las mafias que trafican con ellos.

Se ha hablado mucho de la tentación de querer balancear al lado opuesto la gestión de dicho fenómeno, aduciendo que la varita mágica de esta mala gestión es simplemente la de la repatriación de todos los menores a sus países, solución que vuelve a simplificar el problema y sobre todo que vuelve a dejar sin sentido los valores de la protección a la infancia basados en dar soluciones individualizadas a cada uno de los adolescentes.

Recordaremos que esta propuesta de la repatriación ya fue puesta en marcha con el Gobierno de Aznar apoyada por una directriz del fiscal general que abogaba que, si los mayores de 16 años eran capaces de emigrar a otro país, significaba que estaban emancipados, y por lo tanto eran de facto mayores de edad y se les aplicaba la misma respuesta que a los adultos marroquíes: la repatriación.

Sin embargo, dicha alternativa no solo no detuvo el flujo, sino que empeoró las ratios de abandono de los centros, ya que los menores que conseguían pasar se marchaban de los mismos creando alarma social, a sabiendas que se les buscaba devolverlos sin alternativa a su país.

El desafío actual en este tema es tan mayúsculo como va ser el interés verdadero de querer mejorar nuestra comunidad. Quien asuma estas competencias se debería alejar de soluciones simplistas y estudiar bien este fenómeno que está muy localizado (de lo que dan prueba los estudios científicos) y acogerse a otras competencias de orden regional, como la cooperación al desarrollo para incidir a medio plazo en el flujo, así como crear alianzas para que los menores puedan migrar por vías seguras y los que no son de protección, puedan volver con alternativas.

Trabajar por una buena gestión solo puede hacerse desde la experiencia y desde una visión multilateral, si es que verdaderamente tenemos las ganas de mejorar en la gestión pública en este punto. En la frontera, la vida nunca es ni blanco ni negro.


Jose Carlos Cabrera Medina es Investigador de la Universidad de Granada. Grupo de Estudios árabes contemporáneos (HUM-108)

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