Confabulario
Manuel Gregorio González
A lienación planetaria
Vivivimos a golpes o empujones, de contradicciones. Las iniciativas de cualquier tipo se convierten en papel mojado por el tiempo que tardan en convertirse en realidades concretas. Parece que lo digital ha terminado con el realismo, en su significado más intenso. Da igual que hablemos de decisiones políticas. Ejemplos: ¿Cuándo llegarán las ayudas de la catástrofe de Valencia a los afectados? ¿Cuándo el SAS te dará la cita prometida? ¿Cuándo se tendrá presente el bienestar de las personas, por encima de las luchas partidarias? Da igual que hablemos de decisiones más personales: ¿Cuándo tus hijos encontrarán un trabajo digno? ¿Podremos separarnos antes de que lleguemos a un enfrentamiento irracional? Todo se pospone, por miedos, inseguridades, trámites burocráticos que no cambian en este país que pretende ser moderno. Somos seres procrastinados: todo para mañana sabiendo que hay que actuar ya.
Algo parecido sucede con la Constitución española. Lo mejor que podemos decir de ella es que existe. Después de una historia de constituciones fracasadas por intereses de poderes que están presentes todavía, aunque de forma menos visible.
Los derechos de la Carta Magna podemos dividirlos en dos grandes grupos: los cívico-políticos y los sociales. Utilizando generalidades para hacer comprender mi mensaje. Los cívico-políticos están siendo respetados gracias a que tienen detrás la posibilidad de recurrir a los tribunales en caso de que alguien impida su cumplimiento; pensemos en la libertad de expresión o de reunión. Sin embargo, los llamados derechos sociales, no acaban de concretarse con la misma fuerza al no contar con ese apoyo judicial en caso de incumplimiento. Si no tengo vivienda, no puedo ir ante un juez para que reponga mi derecho perdido por diversas circunstancias; lo mismo ocurre si no tengo trabajo o no se respeta mi derecho a la salud a fuerza de retrasos. Son, lo diré una vez más, derechos reconocidos, pero no protegidos.
Dejamos que la vida marche sola, sin importarnos la situación de grandes colectivos de hombres mujeres y niños. Hasta que lo social no tenga el mismo rango que lo político, estaremos creando una sociedad desigual expuesta, como demuestra la dura realidad, al vaivén de intereses mafiosos que son los que acompañan a gente sin alma que solo ven en el dolor ajeno una forma más de negocio. Lo económico, por encima de lo humano cada vez más, con mayor descaro e intensidad. Esto parece que está al margen de la Constitución, de ahí las dudas que este documento nos plantea.
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