Obispas y cursillos

25 de enero 2025 - 03:05

Se dice que habrá antes curas casados que mujeres sacerdotes. Washington ya cuenta con una obispa. Pero tiene trampa, porque se dice que habrá antes curas casados que mujeres sacerdotes en la Iglesia católica. La obispa estadounidense es anglicana y en esta rama del cristianismo los curas ya se podían casar. En San Pedro no se esperan, así que, si queremos obispas, protestantes todos y a arder en el Campo Grande de Valladolid como Cipriano Salcedo. Celebro este protagonismo femenino en el camino de la devoción y la abnegación, pero faltan obispas en España para que obispa no me parezca la palabra más fea del mundo.

Marianne Budde es noticia no por ser mujer, sino por rogarle a Trump “misericordia” con los homosexuales, inmigrantes y las personas trans. Leo que Budde tiene un máster en Divinidad. ¡Pardiez, estos estadounidenses, qué mal votan y qué habilidad para tener el nomenclátor más épico del mundo! David Trueba dijo que la democracia es el único sistema en el mundo que permite a los ciudadanos de un país autoinflingirse daño. Bendita democracia. Hay muchas cosas por las que me cuesta comulgar con los gringos, pero su forma de votar no es una de ellas. Maruja Torres dijo tras el 11-M que cualquiera que votase al PP era un hijo de puta. Maruja Torres llamó hijos de puta a siete millones de españoles. Se barrunta un cambio de era en EEUU poco apetecible, pero el respeto ha de exhibirse hasta en la autoflagelación.

Hace unos días asistí al cursillo prematrimonial para la boda futura. Ciento cincuenta parejas en un salón de actos con un frío que ni en un gulag siberiano. Fue útil y maravilloso para enterrar absurdos prejuicios de los que la sociedad se ha empapado por ese vicio que tiene hoy de mirar al católico practicante como si fuera un tipo con tres pezones. No había obispas, pero sí un encantador hombrecito que quiero que sea mi amigo, un cura muy grandote que llamaba al collejón al párroco que hace que entregar tres papeles sea más difícil que cambiar la Constitución y un señor que nos instaba a no prestar atención a la cuenta bancaria para decidir cuántos hijos teníamos, sino a dejar que Dios decidiese.

Las de este amable caballero fueron declaraciones durísimas que provocaron instantáneo runruneo en la sala. Fue, en este caso sí, como si al escenario hubiese salido un tipo con tres pezones. Olimpia y yo nos miramos tratando de disimular nuestro escándalo. El catolicismo es indisociable de mí por una herencia cultural repleta de valores que admiro y comparto, pero seamos claros, en pleno siglo XXI hay cosas que solo pueden entenderse si se tiene un máster en Divinidad.

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