El Nuevo Año lo recibí junto a tres personas y una familia canina de seis perros, cuatro de los cuales están a la espera de un hogar que les acoja. El encuentro fue calmado hasta que entraron en acción los petardos; a partir de ese momento los perros vivieron un sufrimiento innecesario. Que los petardos deberían estar prohibidos es algo que comparto desde hace mucho tiempo, pero cuando ves el cuadro de ansiedad que a los animales les producen, muchísimo más claro lo tengo.

Dos días después recibo un enlace de un compañero de formación en la escuela de yoga que vive en Jerez. Es una noticia difundida por la Cadena Ser, Hoy por hoy Jerez, en la que una familia, la de mi compañero, denuncia la pérdida de su perra bodeguera, adoptada y de apenas un año, atropellada la pasada noche de Año Nuevo tras escaparse por el ruido de la pirotecnia. La perra, asustada, se escapó del jardín y corrió por toda la urbanización; la familia salió a buscarla. Mientras, la perra consiguió volver a la puerta de la casa. Al tiempo que estaban abriendo la cancela para dejarla entrar sonó otro estruendo de petardos lo que provocó que volviera a correr despavorida hasta terminar siendo atropellada por el vehículo de un vecino que ni tan siquiera se paró a socorrer al animal. Llevaría prisa para llegar a la fiesta. Al escuchar el choque fueron a su auxilio y buscaron un veterinario de urgencias, pero ya fue demasiado tarde porque la perra había entrado en muerte cerebral.

Por otro lado, la perra del dueño del gimnasio que hay al lado de nuestras casas apareció en la puerta de la de mi hija queriendo saltar la valla para reunirse con sus amigos caninos después de haber recorrido el pueblo entero al haberse escapado de su casa tras una traca de petardos. Salió despavorida y corrió y corrió llegando hasta aquí. Tuvo más suerte y afortunadamente no fue atropellada.

Los nuestros también la tuvieron. Eso sí, a partir de comernos las uvas, el año comenzó con ladridos y corazones perrunos acelerados mientras la tele se mantenía a más volumen del normal para intentar camuflar el sonido y nuestras manos no daban abasto para acariciar y tranquilizar a tanto perro asustado.

La fobia de las mascotas a los petardos está más que acreditada. Si está en nuestras manos reducirles el estrés, pongamos de nuestra parte y hagámoslo. Nuestros mejores amigos lo merecen.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios