La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El infierno no está vacío

Espero que quien tras matar a sus hijos se ha suicidado, evitando la justicia humana, comparezca ante la divina

Un hombre ha asesinado a sus hijas de 2 y 4 años para vengarse de su ex pareja. 53 menores han sido asesinados así desde 2013, cuatro en lo que llevamos de 2024. Los métodos más refinados y crueles de tortura encontraron los medios para que las víctimas sufrieran sin que los suplicios acabaran con su vida. Hasta el límite de que para lograr una confesión se les ofrecía la muerte como liberación del espantoso sufrimiento. Lo que se ha dado en llamar violencia vicaria –término que me parece débil para expresar el horror que nombra– ha extremado esta tortura provocando la muerte en vida de su víctima.

Hay dos víctimas de rango distinto en este hecho atroz. Las muertes los niños asesinados son, por así decir, el instrumento de tortura, un medio para lograr un fin. Dar muerte a un niño es el crimen más aborrecible que pueda cometerse, el que exige mayor crueldad y frialdad. Que se agranda hasta lo monstruosamente antinatural cuando se trata de los propios hijos. Esta monstruosidad que desvela el fondo más oscuro de la naturaleza humana, su más tenebroso corazón, se multiplica –si es que lo horrendo que excede toda lógica y todo sentimiento puede agrandarse– cuando es solo un medio para lograr un fin: matar en vida a la madre causándole el mayor dolor que un ser humano normal pueda sentir, la muerte de un hijo, sin que se le ofrezca, como a los torturados, la liberación de la muerte. Que el asesino no sienta este mayor dolor que un ser humano puede sentir, siendo capaz de matar a sus propios hijos, da la medida de su ahumanidad, inhumanidad o monstruosidad, llámese como se quiera.

A todos nos hiela la sangre y nos horroriza este crimen. A los creyentes, además, nos sitúa ante la pregunta sin respuesta convincente que el Catecismo aborda en los números 309 a 314: “La providencia y el escándalo del mal”. Discrepo respetuosamente del papa Francisco cuando dijo “me gusta pensar que el infierno está vacío”. Me consuela pensar que el Señor que dijo “apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” y habló de “la gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga” también discrepa y hará justicia. Espero que el infierno esté lleno de quienes han causado la muerte o un sufrimiento intolerable a los seres más inocentes. Y que quien tras matar a sus hijos se ha suicidado, evitando la justicia humana, comparezca ante la divina.

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