Los textos de Michel de Montaigne (filósofo, escritor, humanista y moralista francés del Renacimiento, que fue considerado el más clásico de los modernos y el más moderno de los clásicos) estaban siempre pincelados con citas de clásicos grecolatinos y se excusaba por hacerlo diciendo que era inútil "volver a decir peor lo que otro ha dicho primero mejor". Siguiendo su ejemplo, a continuación, transcribo una idea que no sabría yo expresar mejor que este padre del ensayo:

"No hay lugar en la Tierra donde la muerte no pueda encontrarnos, por mucho que volvamos constantemente la cabeza en todas direcciones como si nos halláramos en una tierra extraña y sospechosa (…) Si hubiese alguna manera de resguardarse de los golpes de la muerte, no soy yo aquel que no lo haría (…) Pero es una locura pensar que se puede conseguir eso (…)

Los hombres vienen y van, trotan y danzan, y de la muerte ni una palabra. Todo muy bien. Sin embargo, cuando llega la muerte, a ellos, a sus esposas, sus hijos, sus amigos, y los sorprende desprevenidos, ¡qué tormenta de pasión no los abruman entonces, qué llantos, qué furor, qué desesperación! (…)

Para empezar a privar a la muerte de su mayor ventaja sobre nosotros, adoptemos una actitud del todo opuesta a la común; privemos a la muerte de su extrañeza, frecuentémosla, acostumbrémonos a ella; no tengamos nada más presente en nuestros pensamientos que la muerte (…) No sabemos dónde nos espera; así pues, esperémosla en todas partes. Practicar la muerte es practicar la libertad. El hombre que ha aprendido a morir ha desaprendido a ser esclavo".

Y también aprovecho la sabiduría de un clásico, Milarepa, que fue el primer tibetano que alcanzó la iluminación, para seguir hilando la idea: "Aquello a lo que llamamos "cadáver" y que tanto tememos está viviendo con nosotros aquí y ahora".

Reflexionar sobre la impermanencia nos conduce a una comprensión, en lo más hondo del corazón, de la verdad.

Reconociendo que no sabría expresarlo con tanta fuerza, recurro ahora a Nyoshul Khenpo: "La naturaleza de todas las cosas es ilusoria y efímera, quienes tienen una percepción dualista, toman el sufrimiento por felicidad, como los que lamen la miel del filo de una navaja. ¡Cuán dignos de compasión son los que se aferran con tanta fuerza a la realidad concreta! Volved vuestra atención hacia el interior, amigos de mi corazón (…)

Podremos idealizar la libertad, pero en lo que a nuestros hábitos se refiere, estamos completamente esclavizados".

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