Lotta Continua
Francisco Silvera
Terrorismo
En estos días secumplen cuatro años desde que Ana Vives, directora entonces de Huelva Información, me propuso escribir un artículo de opinión todos los lunes. Nunca me había planteado nada parecido a lo largo de mi vida, aunque a veces alguna red social me había servido para expresar mi posicionamiento sobre distintos temas. Andábamos todavía bajo los efectos del covid 19 y el primer guarán amarillo lo dediqué, precisamente, a reflexionar sobre cómo determinados comportamientos del ser humano ante la enfermedad se reproducen en épocas distintas: el miedo, el negacionismo de la ciencia y el conocimiento y la tentación de anteponer los intereses económicos a la preservación de la salud pública. Todo eso lo vivíamos en aquellos días y, en lo sucesivo, utilicé ese pequeño espacio (ni les cuento lo que me cuesta resumir) para expresar algunas de las cosas que conozco como historiadora, algunas otras sobre las que pienso y medito y también algunas vivencias y recuerdos personales.
Sabiendo que soy de La Línea de la Concepción y que me preocupa y ocupa todo lo que concierne a nuestro maltratado e incomprendido Campo de Gibraltar, Javier Chaparro, director a la sazón de Europa Sur, me pidió poder sacar estos artículos también en su periódico y, por esa vía, en Huelva y Cádiz me han leído y, según me han dicho, también en ocasiones en otras provincias andaluzas. En un tiempo en el que lo falso circula y prolifera más que lo auténtico y en el que los impulsos más cerriles aplastan la razón, he procurado que mis artículos sirvieran para esclarecer ideas y, sobre todo, para hacer pensar, para animar a que el lector adquiriera su propia opinión crítica sobre los hechos. En el fondo, es también lo que hago en mis clases: procurar que los estudiantes piensen por sí mismos y que dispongan de recursos para luchar contra las interpretaciones sesgadas, el pensamiento doctrinario y la sinrazón. Para que comprendan que el mundo no es blanco o negro y que todo puede –y debe– ser visto desde ópticas distintas. En definitiva, que sepan que no hay que temer a la incomodidad intelectual. No en menor medida, estas líneas de los lunes también me han servido para rescatar de una memoria no siempre clara retazos de mi infancia y de mi vida, sensaciones de nostalgia y reencuentro con lo perdido. Razón y emoción pueden convivir, créanme, en un mundo en el que se acepten el pluralismo y la diversidad, se respete al prójimo y se sea compasivo con él cuando sus circunstancias sean adversas.
Como Gramsci, procuro ser optimista con el corazón, pero no puedo evitar ser pesimista con la razón. Me entristece ver un mundo en el que crecen la agresividad, la falta de coherencia, el sectarismo y el egoísmo. Prosperan la demagogia y la propaganda vacía y escasean el compromiso ético, la honestidad y la lealtad a los propios principios. Todo se compra y se vende. Se engaña con extrema facilidad. El guarán amarillo me ha permitido romper una modesta lanza por la sensatez, la cultura y la humanidad en medio de tanto despropósito y, si alguna conciencia he removido, estos casi doscientos artículos habrán valido la pena. Me tomo un descanso presumiblemente largo con un sincero agradecimiento a Huelva Información y Europa Sur por haberme facilitado esta tribuna y también con la gratitud hacia los lectores que han esperado mis palabras de los lunes. El guarán amarillo, una variedad de roble americano que sembré hace años en mi arriate cuando era una pequeña plantita, sigue floreciendo generosamente en mi patio. La belleza de sus flores, la sombra fresca que regala y su simpatía permanente con el revoloteo de los pajarillos y las abejas me reconcilian con las cosas humildes, pero verdaderamente valiosas, de la vida.
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