Durante las semanas de confinamiento, las herramientas tecnológicas nos han ayudado a mantenernos cerca y comunicarnos, a pesar de las barreras físicas y la distancia impuesta por el estado de alarma.

Pero, hasta este fin de semana, no he sido consciente del grado de dependencia de las nuevas tecnologías. He leído las noticias en los medios digitales, he disfrutado de series y películas en plataformas de streaming, he renovado mi certificado digital, he consultado las notificaciones de los juzgados, he interactuado con amigos y conocidos en redes sociales, e incluso he realizado varias videollamadas.

Internet ha conectado el mundo, volviéndose una parte indispensable de nuestra realidad. La comunicación digital se ha convertido en vital. Las personas han encontrado el modo de estar conectados en todo momento con el mundo y las empresas han abierto canales de comunicación y acceso a sus productos y servicios.

Estamos inmersos en la era digital, a pesar de que muchos hayamos nacido cuando todo era analógico. La era de la comunicación digital está más activa que nunca, y crece al mismo ritmo que la tecnología y las innovaciones.

El Premio Nobel de Economía, Herbert Simon, uno de los padres de la inteligencia artificial, habla de tres revoluciones de la información. La primera coincide con el lenguaje escrito y su trascendencia fue enorme porque significa el principio de la historia, ya que desde que existen documentos escritos, hay historia.

La segunda revolución de la información acontece con la creación de la imprenta, que facilitó el acceso de todos al conocimiento. Y la tercera corresponde con las actuales tecnologías de la información, y que comienza a mediados del siglo pasado o, quizás, antes.

Las nuevas tecnologías de comunicación y conocimiento ofrecen un acceso ilimitado al saber, a la información y posibilitan interacciones ilimitadas inmediatas. Pero contribuyen también a un empobrecimiento cultural, eximen del esfuerzo para aprender, favorecen las fakenews y la paranoia colectiva. Las redes sociales encierran a los grupos o a las comunidades sobre sí mismas porque en ellas tiene lugar la comunicación básicamente entre los que piensan igual.

Pero quiero ser optimista, esta tecnología es la gran aventura de nuestro tiempo, una arriesgada, pero hermosa aventura, que tiene que servir en último extremo para erradicar la pobreza, conservar el medio ambiente o mejorarlo, erradicar el analfabetismo, curar las enfermedades degenerativas, y hacernos más libres. Cualquier aventura tecnológica debe tener ese principio y ese final.

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