Casi las cuatro de la mañana y sin dormir. Acabo de terminar el libro Paco de Lucía, el hijo de La Portuguesa, de nuestro insigne paisano Juan José Téllez, y tengo esa doble sensación entre la pena del final de una historia que me gusta y el discurso de aquel primero de marzo de 2014 en la iglesia de La Palma, en la que el propio Téllez fue requerido por la familia del genio algecireño para poner verbo a su último adiós.

Bien entrada la madrugada he pasado la última página del relato de la vida de Paco, del transgresor, del mejor guitarrista de todos los tiempos, del purista y el inconformista, del tímido y el irreverente, del hijo disciplinado y el padre reinventado, y ha nacido en mí una intuida pero desconocida dimensión de algo más que el mejor guitarrista de todos los tiempos, de aquel algecireño que, como reza a modo de epitafio en la panza de la guitarra de su tumba, "respetó la tradición pero desobedeció".

Y mira que siempre luchó por la pureza del flamenco llevándolo por todo el mundo, bien personificándolo en los premios Príncipe de Asturias, bien entrando a saco en la Universidad, bien poniendo a reventar los más prestigiosos teatros de todo el mundo y manteniendo esa lucha interna que le llevó a explorar todo aquello que pudiera hacer nuestro arte más grande sin perder los ritmos que quedaron grabados en su niñez en La Bajadilla.

Yo siempre he pensado que la pureza es una mezcla, la mezcla de al menos otras dos cosas puras. Y pureza hay en el jazz, donde por momentos encontró un refugio complementario a su guitarra, o en el pop-rock. "Respetó la tradición pero desobedeció", no me canso de repetir la frase porque lo define tan bien: desobedeció, desobedeció y desobedeció. Y eso, también lo hizo eterno.

Y es curioso, será porque en la misma noche, desvelado, leí unas declaraciones del cantaor gaditano David Palomar, preocupado por la influencia que otros sones caribeños estaban teniendo en su purismo flamenco, y me sonaron a esas ideas que una y otra vez golpearon en el interior de la cabeza de Paco de Lucía.

David Palomar, elegante y transgresor también en la forma de vestir como lo fue en su día el de Lucía -Paco contó a Téllez que harto de encorsetamientos puristas se quitó la chaqueta rancia que no le dejaba tocar libremente, cruzó las piernas y se comió el mundo- nos aparece en su último vídeo del tema A orillas del Palmar con una chaqueta rosa pastel, con modernas gafas de sol y mezclando nuestros sones sin complejos. Las cosas de Palomar…

Porque así fue, con orquesta o en forma de sexteto, la forma que tuvo el maestro algecireño de verlo toda su vida, con una mirada puesta en Sabicas o Niño Ricardo, pero sin renunciar a la convivencia con Ravi Shankar, John McLaughlin, Carlos Santana y Chick Corea. Es lo que tienen los genios, que ven luz en la oscuridad cuando los demás deambulamos eternamente ciegos.

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