Hace tiempo que uno ya no espera que los grandes nombres de esta legislatura piensen, hablen y obren en aras de todos los españoles. El concepto elevadísimo que tiene Sánchez de sí mismo le impide concebir que haya una parte de la sociedad que no esté con él. La “fachosfera” es el lugar al que el presidente destierra a quienes conciben el mundo de manera diferente y se niegan a ejercer de aquellas claques de Las ilusiones perdidas de Balzac durante sus presentaciones de libros escritos por otros.

La presidenta del Congreso, Francina Armengol, salió esta semana a dar explicaciones por comprar mascarillas de mentirijilla a Soluciones Desesperadas SL cuando estaba al frente del Gobierno de Baleares. Salió a dar explicaciones para no acabar dando ninguna, algo que forma parte ya de la idiosincrasia política. Lo primero que dijo fue que durante la pandemia vivió momentos como líder autonómica que no se los desea a nadie, momentos de mucho dolor. Esto también se ha erigido en costumbre entre los gobernantes: partir de un exordio en el que se victimizan, buscar después una narratio en la que exponen su verdad, pasar de puntillas por la argumentación porque ni ellos mismos se convencen cuando hablan y terminar con una peroratio en la que vuelven a tratar de arrancar una lágrima.

Armengol compareció esta semana con retórica rajoyana no porque sintiese que tiene la responsabilidad de hacerlo, sino para defenderse, atizar al PP y demostrar una vez más que, como Sánchez de una parte de España, ella tan solo es presidenta de la mitad de la Cámara Baja. Hay vicios que la oposición política puede permitirse por deplorables que sean, pero se ha de demostrar cierta elegancia una vez los traseros se ahorman a los asientos de poder y decisión de las instituciones. La ideologización de los cargos es uno de los grandes males de la democracia, y actuar como un hooligan desde ellos, una irresponsabilidad que alimenta aún más el cainismo secular español.

La presidenta del Congreso se muestra impúdica a la hora de demostrar que jamás estará dispuesta a ejercer la imparcialidad que se presupone en sus funciones. Ella es, tan solo, una pieza más que mueven a su antojo desde la carretera de La Coruña. Poco o nada podía esperarse de su intervención cuando nada hizo aquel día que, como líder autonómica, se descubrió que estaba de madrugada tomando copas con amigotes en un bar de Mallorca mientras sus ciudadanos ya llevaban horas en casa cumpliendo con las restricciones que ella misma impuso unos días antes para hacer frente a la covid. Uno se pellizca y ya no le duele nada.

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