La esquina
José Aguilar
Tragedia total, miseria política
Lamine Yamal no es un mena. A algunos les convendría que lo fuera. Algunos, de hecho, enfervorizados por el discurso que sigue a la manada del buenismo, es decir, de la ignorancia, se creen que lo es. No, Lamine Yamal es español. Creo que a las dos trincheras les jode, a una por xenófoba y a otra porque soñaría con nacionalizarlo. Esta última, al chaval, que acaba de aprobar Conocimiento del Medio, le está dando la mortal. Tanto que su utilización para fines partidistas está convirtiendo a sus parapetados en propios racistas.
En aras de la demostración obsesiva de que Yamal es la imagen viva de la España plural, no paran de recordarnos que es negro. La madre que me parió. Debe ser que piensan que estamos ciegos, que salimos cada día de casa y no vemos que desde hace años España, sí, alegremente, es un país plural. O no. Tal vez nunca lo sea. Porque la pluralidad plena se alcanzará cuando algunos dejen de destacarla de manera enfermiza y de convertirla en una bandera electoral que ondear. Pero no conviene. La política necesita víctimas de las que apropiarse. Que lo sean o no, de eso ya se encarga ella. El delirio más absoluto lleva a personas como el socialista Rafael Simancas a decir que a Feijóo le persigue la mala suerte, “merecida”, porque “el día que su partido rechaza ayudar a los menores inmigrantes vulnerables (fangazo de baño guarro) un menor inmigrante se convierte en héroe de España”. El señor Simancas piensa que por ser negro Lamine Yamal es inmigrante: racismo. O Irene Montero, quien el miércoles, desde el cielo encapotado bruselense, anunció que se levantó “contenta” porque los goles de la Selección en el partido contra Francia los marcaron “dos personas racializadas”. Esto no es racismo, es pesadez e incompetencia, porque racializado y amenazado estaría Dani Olmo en algunas tribus del África Subsahariana, que tienden a convertir en amuletos los fémures de los rubitos.
“Yo no sé nada, yo lo único que sé es que amo el fútbol y me han quitado a Messi”, dijo Jorge D’Alessandro cuando Leo se fue al PSG. Yo tampoco sé nada, lo único que sé es que también amo el fútbol y me están jodiendo a Lamine Yamal. Yo lo único que sé es que el Dios argentino lo ungió en una bañera para dejar para la posteridad una foto histórica y bendecir a un jugador del que disfrutar en la Selección y al que sufrir en el FC Barcelona. Yo lo único que sé es que mañana quiero que baile y ponga a bailar, como a Rabiot, a los ingleses. Y que le diga al oído a Trippier o a Shaw que olé Shakespeare, pero toma Cervantes; que qué grande Dickens, pero prueba medicina galdosiana. Porque Lamine Yamal es español. Nada más. Nada menos.
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