Somos culpables

La comunidad científica lleva años advirtiéndolo: nuestro sistema no funciona

Hace ya un par de semanas que concluimos el V Encuentro Internacional de Desarrollo Sostenible que organiza la Fundación Campus Tecnológico de Algeciras junto con la Universidad de Cádiz, y la colaboración del Servicio Geológico Británico y Diverciencia. En este Encuentro, investigadores y profesionales de ámbitos diferentes analizaron la incidencia de la COVID 19 en aspectos como la política de la UE o la educación. Por otro lado, expertos en tráfico marítimo o digitalización portuaria nos hablaron de cómo hacer más sostenible la navegación o las terminales de contenedores en el mundo. Científicos del Instituto de Investigación e Innovación Biomédica de Cádiz (INiBICA) nos acercaron algunos de los últimos avances de este organismo en su lucha contra la pandemia. Y no puedo dejar de incidir en una cosa: gran parte de los intervinientes en este evento son algecireños, lo que nos recuerda, una vez más, el talento que tenemos repartido por distintas partes del mundo.

La conferencia inaugural de dicho encuentro corrió a cargo del prestigioso periodista y experto en temas medioambientales, José María Montero Sandoval. Escuchándolo, pude comprobar que coincidía con él, en muchas de las cuestiones que abordó durante su charla. Una de ellas es que la situación que estamos viviendo, no es casual. Este maldito virus que apareció en nuestras vidas hace ya meses, está claramente relacionado con el deterioro de la biodiversidad, lo que favorece la zoonosis (enfermedades que se transmiten de forma natural desde los animales al ser humano). Si escuchamos a investigadores como Fernando Valladares, científico e investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC),"la vacuna del coronavirus la teníamos y nos la hemos cargado". Este científico defiende una teoría que comparto: la pérdida de biodiversidad en los ecosistemas favorece el hecho de que un patógeno se trasmita con mayor facilidad al ser humano. La variedad de especies en un ecosistema es una barrera defensiva para nosotros. Las relaciones entre las distintas especies mantienen a raya a los patógenos y dificultan que estos puedan llegar a nosotros. Unas poblaciones regulan a otras a través de interacciones de diferentes tipos y esto nos defiende.

La globalización es, además, un factor que determina que un problema sanitario de carácter local se transmita de forma rápida a zonas muy alejada y cuestiones como el calentamiento global también incide de forma negativa en todo lo que hemos comentado anteriormente.

Nuestro sistema no funciona, la comunidad científica lleva años advirtiéndolo y ahora nos damos cuenta que llevaba razón.

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