Lo uno y lo contrario

Si Sánchez defiende la Corona, lo probable es que el Gobierno use los errores del Rey emérito para socavar la Monarquía

A la frase no se le puede poner un pero: "Aquí no se juzga a instituciones, se juzga a personas". La pronunció Pedro Sánchez al hacer balance del curso político y refiriéndose a la salida voluntaria de Juan Carlos I de La Zarzuela. El Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos está detrás de ese desenlace. Entre otras cosas porque la propia Constitución lo deja claro: es el Ejecutivo quien marca la pauta a la Corona. Y no al revés. Hasta el punto de que los actos del Rey son refrendados por el presidente del Gobierno, según el artículo 64 de la norma fundamental del Estado. Y aunque la frase no tenga un pero, el hecho de que sea de Sánchez y con cierta solemnidad es lo que preocupa. La experiencia -los hechos- señalan que hay una constante entre las cosas que dice Sánchez respecto a las que hace: las contradice. Cuanto más relevantes, peor. Cuatro meses antes de acceder al cargo declaró a Juan Manuel Marqués en estas páginas que se había negado a hacer una moción de censura apoyado por los independentistas catalanes y que no era posible porque se caía por su propio peso. ¡Incluso lo comparó con la ley de la gravedad! Pero si fue presidente es porque aceptó, justamente, esa fórmula, con los mismos condicionantes que dijo, solemne, que no podía aceptar: negociar un referéndum. Y volvió a repetirla para ser elegido, al fin, en un debate de investidura. ERC se lo recordó cada semana: sin diálogo no hay legislatura, repetía Gabriel Rufián en el Hemiciclo. Hasta que Cs agrandó la geometría variable que sustenta al Ejecutivo: ERC ya es prescindible.

Por eso, si Sánchez defiende la Corona -solemne, circunspecto-, lo probable es que el Gobierno esté intentando aprovechar los errores del Rey emérito para socavar el modelo de Estado constitucional. Si además, en el mismo acto, Sánchez defiende a machamartillo la coalición con Unidas Podemos, que con mucha más coherencia y escaso disimulo dispara contra la legitimidad de la Monarquía, no es que sea probable, es que los hechos -la experiencia- demuestran que Pedro Sánchez no es que sortee el imposible de defender lo uno y lo contrario, es que no siente rubor alguno por hacer lo opuesto a lo dicho si con eso logra su objetivo, personal la mayor parte de las veces. Cuanto más diga el Gobierno que el modelo de Estado no está en cuestión, menos seguro está el próspero régimen del 78, objetivo de sus socios de coalición e investidura.

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