De la vida hay que irse como Toni Kroos del Madrid. Bien arriba, consciente de que pronto puedes empezar a dar por culo, cuando todavía hay personas a tu alrededor suplicándote que no te vayas. Los hay que no saben irse, ni de la vida ni del trabajo ni de una conversación ni de una discoteca ni de una relación. Un anciano de Huétor Tájar con la culpa pesándole como un mundo por conducir el coche en el que murieron su hija y su mujer decidió irse de la vida matando antes a sus dos nietos, según un familiar porque pensaba que los críos no tenían futuro y el padre no comparecía. El viejo se creyó la apócrifa anécdota de Camilo José Cela y, además de morir jodido, quiso morir jodiendo.

Está también el tipo que no sabe parar de beber y pirarse del pub. Hay un perfil sociológico completamente contrastado, como el tejano que vota a Trump. Suele estar sudado, la camisa abierta hasta la boca del estómago, vaso en alto con la ginebra insulsa y agitadita que ni las aguas de Gran Sol, ojos cerrados, baile ingrávido y sonrisa de recién eyaculado. Si ese plasta fuera Kroos, haría bomba de humo cuando sonase la canción de los shavale y se iría a la cama con 50 llamadas perdidas y 15 whatsapps en los que sus amigos lo pondrían de cabrón para arriba, porque llamar cabrón a un amigo a las cuatro de la madrugada porque se ha ido en el momento culmen y sin avisar es al fin y al cabo echar de menos. Cero llamadas y cero whatsapps es que se lo pasan mejor sin ti.

De las relaciones uno se da cuenta de quién no ha sabido irse a tiempo cuando acaba en los juzgados para pedir la custodia compartida de Pipa, una yorkshire terrier que llegó a casa para reavivar el amor y que en el fondo ha contribuido a romperlo porque un yorkshire es una raza de perro que da mucho coraje. Hay amores que solo se salvan sabiendo cuándo hay que hacer las maletas, porque el amor puede y debe sobrevivir a las relaciones que se acaban. El tipo que se hace un Kroos se lleva de puta madre con sus ex y las quiere mucho a todas.

Hay maneras de estar y maneras de irse, y un patinazo en la partida puede estropear la estancia. Los que te quieren deben recordarte como aquel que siempre tiró bien la diagonal de la amistad, que buscaba las soluciones pidiendo el balón en su área, que jamás reventaba la red del amor, sino que acariciaba la bola, sutil, elegante, cauto y cuidadoso para que besase la malla. Como Toni. Como Kroos. Que se va. Estoy hundido.

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