Hace unos días leí por primera vez sobre La Verraco y mi mente se dirigió a uno de esos espectáculos de la España posfranquista en la que algún personaje intenso hacía un show de travestismo o similar (se llamaba así, no pretendo ser heterodoxo ni ofensivo). No sé, a la altura de la Veneno o Violeta la Burra... cosas de los setenta incipientemente pecaminosos.

Pero no, ni de lejos. Pongámonos mejor a silbar y a buscarnos un sombrero vaquero porque La Verraco es la locomotora de, entre otras maravillas, El bueno, el feo y el malo (sale en toda la Trilogía del dólar) o de Indiana Jones y la última cruzada. ¡Casi nada! Y alguno dirá que bien, pero que a cuento de qué hablo de un tren construido en Alemania en 1884, que hacía el trayecto Almansa-Valencia-Tarragona.

Pongámonos en situación: en los noventa la adquirió el Ayuntamiento de Los Barrios y ahí la tienen, en el conocido lógicamente desde entonces como el Parque del tren, a mi entender poco explotado, difundido y conocido hasta por los campogibraltareños. ¡Más madera!

Y uso todos esos vericuetos porque recientemente he tenido que desplazarme hasta Madrid. E iluso de mí lo hice en tren. En mi inocencia pensé que era afortunado ya que por fin podía hacerlo vía Antequera sin tener que irme vía Bangkok o Dakar. Así, me embarqué en un viaje en tres cajas de cerillas, incómodos, pequeños, antiguos, con un cimbreo para nada excitante. Parada en Antequera y media hora al frío del que curte embutidos. Trasbordo en algo parecido a un tren y varias horas de ir amontonado hasta Atocha.

La vuelta unos días después se me antojó mejor porque no había trasbordos, pero nada más llegar a la estación y ver qué era eso en lo que nos íbamos a montar, para colmo de males pegado a un tren de verdad... Se me cayó el alma al suelo, tiquismiquis de mí (tengo foto en mi perfil de Facebook, aunque creo que es conocida). Por lo que sé, son desechos de tienta de Extremadura, que hasta allí eran chatarra que no se la daban a comer ni a los cochinos.

En definitiva, que es triste que la más grande inversión (sí, puede que sea una hipérbole, pero la literatura es lo que tiene) en equipamiento ferroviario en los últimos decenios que se ha hecho en el Campo de Gibraltar de mis entretelas sea la compra por parte del Ayuntamiento de Los Barrios de La Verraco y su exposición en un parque. Y ya me niego a tener que estar reivindicando nuestra condición de motor económico y demás zarandajas, es simplemente comenzar a entrar, que ya toca, en el siglo XX que otros dejaron atrás hace tanto y sin tener que demostrar que nos hemos portado bien y lo merecemos.

Y si miramos a nuestro alrededor ya simplemente empezamos a pensar en alguna maldición bíblica que afecta a generaciones, porque si no es inexplicable. Al menos para mí, que ya tengo una edad provecta y lo mismo no alcanzo a razonar en condiciones.

Eso sí, cuando veo alguna de las pelis que citaba antes babeo con los vagones para el ganado. ¡Qué envidia me dan!

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