En el tiempo en que la democracia echaba a andar en España, por paradójico que parezca, hubiese sido inconcebible ver a un individuo como el recién afamado Koldo ocupando el puesto de consejero en Renfe cuando, en razón de su controvertido currículum (portero de puticlub), no podría haber llegado ni a conserje de un ministerio.

Poco a poco el nivel de los cargos públicos ha ido degenerando en virtud de la apropiación que de ellos hicieron los políticos como si de un rasgo genético se tratara. Como ejemplo, el de un compañero de mi época universitaria que, tras una consistente carrera política, recurrió a un colega del Gobierno para que le buscase una colocación a uno de sus hijos que a duras penas había terminado el Bachillerato y que se negaba en rotundo a iniciar una carrera universitaria. Al poco tiempo, el compañero de partido le llamó para comunicarle que ya había encontrado trabajo para la criatura: “Asesor de la comisión de salud de la Junta”, con un sueldo de 9.000 euros al mes. El padre, aunque agradecido, declinó la oferta argumentando que su intención era que el niño pudiese conocer en sus propias carnes la dureza de la vida laboral, para que reconsiderase su decisión de no ir a la universidad. El amigo volvió a llamarle ofreciéndole un puesto más discreto: secretario de un diputado con una remuneración mensual de 5.000 euros. Nuevamente el padre consideró inadecuada la propuesta ya que entendía que difícilmente su retoño sentiría deseos de estudiar con tan sustanciosa paga en el bolsillo. Por los mismos motivos descartó ocuparlo en el departamento de estudios arábigo-andaluces con una nómina de 2.800 euros. El padre, algo impaciente, le dijo a su camarada que deseaba algo más modesto, algo para que el niño no vaguease y al mismo tiempo le indujese a seguir formándose, en definitiva, algo en lo que cobrase unos mil euros. Imposible –fue la taxativa respuesta del colega– “esos cargos son por oposición y requieren titulación universitaria, masters y un brillante currículum… ¿me entiendes?”.

?Además de reflejar la práctica (tan común como inmoral) de considerar a las instituciones y organismos públicos como cortijo propio, la enseñanza que se desprende de la historia es la absoluta vigencia (en este país, al menos) del Principio de Peter: “Los cargos más relevantes son ocupados por las personas más incompetentes”, esto es, que la ignorancia resulta imprescindible para alcanzar puestos de responsabilidad. Mientras tanto, la gente bien formada, la verdaderamente capacitada, la que tiene iniciativa e ideas propias, la que no es aduladora, tiene que conformarse con los mil euros y para colmo… ¡rezar para que el político no lo sustituya por un enchufado!

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