La destrucción por unidades de zapadores británicos y tropas portuguesas de la Línea de Contravalación, situada en la zona norte del istmo arenoso del peñón de Gibraltar, en 1810 y en plena guerra de la Independencia, tuvo el valor simbólico de la claudicación española ante el imperialismo británico.

Si la monarquía de los Borbones había puesto sitio a Gibraltar en tres ocasiones a lo largo del siglo XVIII, estando cerca de alcanzar el objetivo de conquistar la plaza en dos ocasiones, la firma del Tratado de París o de Versalles de 1783 mantuvo el statu quo de Utrecht que se mantiene en la actualidad.

Todo siguió igual durante el siglo XIX hasta que, a finales de la centuria, cuando los españoles detuvieron por unos años su atávica costumbre de matarse unos a otros tras los conflictos civiles carlistas, volvieron a plantearse cuestiones de interés nacional, como fue el caso de Gibraltar.

En 1882, el capitán de artillería José Navarrete y Vela-Hidalgo, republicano federal y revolucionario en la Gloriosa, sostenía en Las llaves del Estrecho. Estudio sobre la reconquista de Gibraltar, la ventaja estratégica española sobre las defensas gibraltareñas si se instalaban en Sierra Carbonera los modernos y potentes cañones Krupp de costa de gran calibre. Entre sus seguidores se encuentra el teniente coronel de Estado Mayor, Federico Magallanes y Barros, jefe de la Comisión del Plano de Algeciras.

El Consejero de Número del Instituto de Estudios Campogibraltareños, Juan Carlos Pardo, acaba de ver publicada por esta institución un extraordinario trabajo cartográfico de nuestra comarca, al finalizar el siglo XIX, el Gran Plano, separata de su FINIS SAECULI. El Campo de Gibraltar en los documentos de la «Comisión del plano de Algeciras y sus alrededores» (1888-1894).

A tan prolijo título no le sobra ni le falta nada. Y al Gran Plano, que resulta de todo punto excepcional, tampoco. Su espectacular edición (249x371 mm), a escala 1:10.000, hará las delicias de cualquier persona que se le acerque desde posiciones de curiosidad e inquietud por descubrir lo que sus breves textos introductorios relatan. El conocimiento previo del territorio contenido en el plano proporcionará indudables ventajas al lector, que, lupa en mano, podrá disfrutar de la sistemática toponimia de las tierras que se asoman al norte del estrecho de Gibraltar, junto a la espléndida representación de su topografía.

Posiblemente se trate de la mejor cartografía histórica de estas tierras de la época clásica de los mapas. Después llegaron los GPS y las imágenes satélite, más pulcras y exactas, seguramente, pero sin el encanto del Gran Plano. Ni los topónimos rigurosos de hace 130 años.

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