Tierra de palabras

Enfoque integral

Para sanar un achaque del alma no está tan definido a quién recurrimos y visitamos según las creencias

Convivimos con múltiples enfermedades que podríamos clasificar en enfermedades del cuerpo, de la mente y del alma. Aunque ahora pueda parecer que la única en la que se nos va la vida, y lo digo en el sentido literal y no en el figurado, sea esta pandemia de la que todos sabemos… aunque en el fondo sintamos que no sabemos nada. Podría perfectamente encajar en las tres categorías: del cuerpo, porque es la densa materia la que facilísimamente la propaga; de la mente, porque la incertidumbre no le da tregua a la cabeza proyectando temores propios y ajenos; y del alma, porque necesitamos de buenas virtudes, del buen hacer de todos para que llegue el final de esta etapa.

Pero el término salud, que es el estado en el que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones, deberíamos interpretarlo como un concepto relativo, porque para gozar de buena salud sería necesario alcanzar un completo equilibrio entre el plano físico, psíquico y espiritual. El galope trepidante de la vida motiva que el cuerpo y la mente se encuentren continuamente sometidos a exigencias sin tregua, poniendo al límite todo el mecanismo hasta que la enfermedad nos alerta de que algo no va bien. Quizás esta parada en seco haya sido un simbólico ultimátum.

Mientras el torbellino desbocado del culto a lo material yerma las ilusiones de un mundo más justo, el asfixiado espíritu, esa parte primordial donde hallar el equilibrio, se encuentra relegado a un insondable espacio sin poder realizar la sutil función que le toca desempeñar y que tantas enfermedades evitaría.

Para curar cuerpo y mente tenemos a numerosos profesionales que evolucionan a la par que los nuevos descubrimientos; para sanar un achaque del alma, no está tan definido a quién recurrimos y según la creencia visitamos a curas, a gurús, a chamanes, a pitonisas… también lo convertimos en enfermedad a través del alcohol, el juego, el sexo, la comida… Pasamos la mitad de la vida buscándole un lugar al intangible pero implacable espíritu errando más de una vez en la búsqueda; pero es curioso, cuanto más parecemos alejarnos más cerca estamos de él.

No sé si después de esta vivencia conseguiremos estar preparados, pero ha de llegar el día en el que, mirándonos al espejo, no al del baño sino en el de mi semejante, consigamos aceptar lo que somos y lo que es, sin el juicioso ruido de la mente. Será entonces cuando podremos comenzar a oír el trémulo silencio del alma.

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