Democracia y malas palabras

Un sátrapa y un líder responsable pueden parecerse hasta que se ven retratados por su manera de practicar el poder

El ingenioso Winston Churchill acuñó el famoso dictum que hace consistir la democracia en que, si el timbre suena a las cinco de la mañana, puedas estar seguro de que se trata del lechero y no de la policía. Personalmente aspiro a un régimen que nos mantenga a salvo de cierta policía, pero también de los lecheros, por lo que tiendo a ver signos de verdadera democracia en cuestiones menos improbables y más provechosas para el ciudadano común. Por ejemplo, el respeto a la ley y las normas por parte de los gobernantes, incluso aquellas que, con su punto de mala leche, sólo sirven para hacerles la vida un poco más incómoda y menos placentera a los jerarcas.

Sabrán que existe un Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, ahí queda eso. Es un organismo público e independiente, llamado a “promover la transparencia de la actividad pública, […] y garantizar la observancia de las disposiciones de buen gobierno”. Pues bien, Pedro Sánchez ha sido advertido severamente por este ente, tras previa negativa, para que justifique sus viajes en el famoso Falcon y sus vacaciones en los tres palacios del Estado que, por un total de 88 días en el último año, ha utilizado sin dar cuenta, como es obligado, de sus acompañantes. El comportamiento democrático de los dirigentes se mide en estos sutiles y trascendentales detalles. Un sátrapa caprichoso y un líder responsable pueden parecerse hasta que se ven retratados por su manera de practicar el poder que los ciudadanos le han entregado.

Otro caso: en Madrid existe un club tan exclusivo que, si hubiera alguna plaza disponible –el cupo está cerrado desde 1987–, la cuota de acceso costaría 300.000 euros al pretendiente. Hay una forma mucho más barata y hacedera de introducirse: ser ministro. La boba obsequiosidad hacia el poder establecida en los estatutos hace que éstos puedan disfrutar de las codiciadas instalaciones. Sin duda, cualquiera que se estimara y no fuera un hortera de bolera procuraría no hacer uso, o sólo muy comedido, de semejante prebenda, pero ahí está Óscar Puente para romper moldes. Los selectos socios del exclusivo club han puesto el grito en el cielo porque el interfecto, habillé con una sudadera naranja, no guarda las normas indumentarias ni muestra el menor respeto a los turnos establecidos en el campo de golf que frecuenta a diario. Y es que el que con ministros (socialistas 2030) se acuesta…

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