Tierra de palabras

Danzad, danzad, benditos

Son niños huérfanos, abandonados, cuya mejor terapia es el baile y verlos bailar al rirmo de Jerusalema

"Bailamos por la risa, bailamos por las lágrimas, bailamos por la locura, bailamos por los miedos, bailamos por las esperanzas, bailamos por los gritos, somos los bailarines, creamos los sueños".

Esta es la filosofía de Masaka Kids Africana, un hogar infantil que ofrece calor, comida, ropa, educación y atención sanitaria a los más pequeños en la recóndita y castigada Uganda. Entre ellos forman su propia familia en mitad de la pobreza y los conflictos bélicos y nada de eso les hace perder la sonrisa cuando graban sus videos. Lo que en un principio les unió parece quedar momentáneamente a un lado para ahora estar unidos por la música y la danza. No necesitaron ropas de moda, ni zapatillas de marca, ni maquillajes, ni asesores… El baile en estado puro con un ritmo y una elegancia en cada movimiento de sus pequeños cuerpos que la primera vez que los vi me dejaron embelesada y a la vez con una sensación de tristeza que ellos parecen no conocer o no permitirse el lujo de mostrarla. Es algo que llevan en las venas, el ritmo ancestral de la tribu, unos movimientos naturales que forman parte de ellos y que coordinan a la perfección sin ningún tipo de problema.

Investigando, descubro que, sin haberlo pretendido y menos imaginado, tienen más de un millón de suscriptores en Youtube y su propia cuenta de Spotify, e incluso también han grabado un disco. No sé si a la larga algo de esto les servirá para mejorar sus vidas, pero por lo menos les podemos poner cara y conocer sus circunstancias cosa que no sucederá con una cifra vergonzosa de circunstancias de otros niños y niñas.

Estos son niños huérfanos, abandonados, cuya mejor terapia es el baile y verlos bailar al ritmo del famosísimo "Jerusalema" es una auténtica pasada. Lo que sucede es que te tienes que abstraer de todo lo que ellos se abstraen y sonreír como ellos lo hacen, aunque el vídeo en el que expresan su arte esté ubicado en un enclave de absoluta pobreza, rodeados de gallinas que picotean el suelo en busca de comida mientras ellos sonríen, rodeados de casas en ruinas sin puertas, con el ladrillo visto y con pequeñas fogatas dentro.

Ese cuerpo de baile con edades tan pequeñas para tan grandes sufrimientos es una injusta lección de vida. Para ellos tener un hogar que los cuida es sentirse afortunados y quizá sus sonrisas y sus ritmos inalcanzables sean una forma de agradecerlo.

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