Era temprano, agradable y fresca la mañana, cuando nos cruzamos. A él le costó reconocerme; lógico porque aparte de que la mascarilla desorienta a eso había que añadirle que mi larga melena había desaparecido por completo y llevaba la cabeza casi rapada. Me desenganché la protección de una de las orejas y dejé al descubierto mi cara ofreciéndole la más amable de las sonrisas. Fue entonces cuando me dijo: "Ahora sí". Le cerré la ventana a la nariz y boca y comenzamos la charla.

A Antonio lo conocí hace años cuando un día se me acercó a decirme que me leía todas las semanas. A partir de entonces siempre nos saludamos, aunque pocas son las veces que nos hemos parado a charlar. Él sabe de mí por lo que escribo y el otro día que nos encontramos y me paré supe yo algo más de él. Me paré sin saber por qué esta vez lo hice y al poco de hablar entendí el acto. A Antonio ahora no solo le hacía falta que le acompañasen mis palabras los sábados, necesitaba, en ese momento en el que nos encontrábamos, que le acompañasen mi tiempo y mi atención.

Por educación y como inicio de conversación le pregunté qué tal estaba y también quizás porque siempre lo he visto más espigado y esta vez sin embargo tuve la sensación de que llevaba el pecho como replegado hacia adentro y la mirada más triste. Mari, su compañera desde hacía cincuenta y cinco años había fallecido. Él estaba en su pueblo, Los Barrios, pero estaba solo. Sus hijos vivían en Cataluña donde él pasó parte de su vida trabajando.

Antonio, emocionado, me contaba cosas de su compañera, principalmente de su bondad y su generosidad para con los más desfavorecidos, para decirme después que seguro estaba en la Gloria; así también yo lo creo. El dolor de la ausencia mostrándose al entrar por el callejón camino a casa y no verla en la terraza tendiendo. Como dice el poeta Ángel González, pareciese que Antonio era alto porque Mari lo creía alto, y limpio porque ella lo miraba con mirada limpia; y su sencilla ternura también a él lo hacía sencillo y bondadoso. Y cuando ella se ha ido algo en él se ha muerto, aunque nadie lo sepa. "Verán viva mi carne, pero será otro hombre -oscuro y torpe- el que la habita."

Antonio, yo la sentí a tu lado y en tus cansados ojos ella seguía viva.

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