‘La Barrosa’

El reconocimiento mundial que se tributa a Paco de Lucía se corresponde en la ciudad que le vio nacer

Un notario inglés me dijo hace bien poco que las alegrías La Barrosa, grabadas en el festival de jazz de Mountreux de 2006, superaban a cualquier obra de arte física que se residenciase en la National Gallery de Londres. Es una pieza sublime por la interpretación vibrante y majestuosa de Paco de Lucía, pero también por la manera en la que el sexteto introducía los sonidos más graves como en cascada; el bajo de Alain Pérez o el cajón de El Piraña son deleite para el oído, pero mucho más para el espíritu.

El País narró la actuación como “estallido flamenco”. En medio del delirio, El Cigala, que había actuado poco antes, no pudo resistir no subir al escenario y prestar sus palmas a esta histórica grabación.

Pocos años después, en el festival de 2012, el mismísimo Quincy Jones, el archiconocido productor del Thriller de Michael Jackson y del Fly me to the Moon de Frank Sinatra, entre otras muchas, presentaba la actuación del algecireño definiéndolo como “el Rey”. Reconocía no estar a su altura ni de lejos. Ahí está eso.

Hace poco se cumplieron diez años de su fallecimiento en el Hospiten de Playa del Carmen. La ciudad de Algeciras, entonces, se echó a la calle para llorar su muerte durante su funeral; no era para menos.

Pero hoy se observa con grandísima decepción que el reconocimiento y la admiración mundial que se tributa su obra y su memoria no tiene la correspondiente proyección en la ciudad que le vio nacer, la que siempre llevó en su corazón, en su palabra y en su guitarra, y donde reposan sus restos, cerca de su Rinconcillo, en el Cementerio Viejo.

Su Centro Interpretativo y Museo no se logra terminar por razones desconocidas, intuyéndose cierta incompetencia municipal en este proyecto, y el festival que lleva su nombre solo sigue vivo por la pasión y el esfuerzo de José Luis Lara. Tampoco se han celebrado actos de relumbrón por el aniversario, en contraste con lo que se ha vivido en Nueva York, o en Cádiz, sin ir más lejos.

Quizá Paco, como hombre humilde que lo fue, no tendría en cuenta el no ser profeta en su tierra de nuevo. Padeció esta incomprensible situación toda su vida con resignación y cierta guasa.

Pero seguro que le dolería en el alma el lamentable estado de la cultura (en lo institucional) en su pueblo, con un teatro en declive y sin suficiente personal que lo mime, ni un presupuesto serio que permita ser en centro cultural que debiera. Igualmente desesperante es la situación del Conservatorio que lleva su nombre, y que desde hace más de una década espera su construcción.

En fin, habrá que escuchar de nuevo La Barrosa. Eso lo cura todo.

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