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Los jóvenes no se hipotecan. Los datos así lo confirman. Si se toma el total de la deuda destinada a la compra de la vivienda habitual cada año y se clasifica según la edad del endeudado, puede observarse un cambio radical en estas dos últimas décadas. En 2011, el 40% del total de la deuda destinada a la compra de la vivienda habitual estaba en manos de hogares con menos de 35 años, mientras que en la actualidad ese porcentaje ha descendido a sólo el 6%. Y si se considera el grupo de hogares de edad inferior a 45 años, hace veinte años concentraba el 70%, cuando ahora este porcentaje se sitúa en el 42% del total. ¿Es una buena noticia o más bien al contrario?, ¿no pueden hipotecarse?, ¿no quieren hipotecarse?, ¿a qué se debe este acusadísimo descenso?
Un primer factor que ha contribuido a este cambio, según señala el Banco de España en el análisis “La evolución de la deuda asociada a la vivienda principal por grupos de edad”, recientemente publicado, es que hay menos deuda concentrada en los hogares jóvenes porque hay menos proporción de hogares jóvenes. Así, los hogares de edad inferior a 45 años representaban el 25% de la población en 2022, frente a un 37% en 2002. Y esta caída del número de hogares jóvenes no depende exclusivamente del hecho de que haya menos número de jóvenes, sino también de las dificultades que afrontan estos jóvenes para formar un hogar.
Un segundo factor, y el que más influencia tiene, es que no sólo es menor el número de hogares jóvenes, sino que también estos se construyen en mayor medida sin endeudamiento. Esta menor proporción de hogares endeudados en este grupo de edad está directamente relacionada con el deterioro en el acceso a la vivienda en propiedad de las familias jóvenes, que se ha traducido en el desplazamiento desde el mercado de compraventa al de alquiler.
En estas dos últimas décadas, en términos globales, el porcentaje de hogares con deuda asociada a la vivienda principal se ha mantenido relativamente estable, en torno al 28%, pero la proporción de hogares jóvenes con deuda para vivienda principal se ha reducido de manera considerable: en 2022, un 40% de los hogares de menos de 45 años tenía un préstamo para la vivienda principal, frente a más del 50% a finales de la primera década de los 2000.
En resumen, en nuestra sociedad hay menos jóvenes, tardan más en formar un hogar y, cuando lo hacen, alquilan y no compran. El patrón español tradicional de tener una vivienda en propiedad está cambiando. En una gran parte, porque los jóvenes, aunque quieren, no pueden, por el alto precio de la vivienda, las condiciones laborales que no alcanzan o las dificultades para acceder a los préstamos hipotecarios. Pero tampoco puede descartarse que haya otros factores, que son causas y consecuencias al mismo tiempo, que también estén influyendo: la mayor movilidad laboral, la menor confianza en que la pareja durará para toda la vida, la escasez de hijos o la mayor preparación financiera y digital, que pueden estar provocando que los jóvenes prefieran alquilar y dirigir mejor sus ahorros hacia inversiones financieras, más líquidas y reversibles que las inmobiliarias.
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