Viene de lejos, de muy lejos. Felipe II (1527-1598), tras el desastre de la llamada Armada Invencible, exclamó que no había enviado a su barcos “contra los elementos”. El almirante Cervera puso proa a Cuba en 1898 sabiendo que no tenía posibilidades, su Escuadra no tenía posibilidades contra la norteamericana. Por muy de hombres de hierro en barcos de madera que se tratase, la realidad se imponía siempre. España mandó a la muerte a los españoles de la guerra de África. El Barranco del Lobo, el Gurugú, las laderas de los montes cercanos a Melilla conservan con seguridad muchos huesos de españoles “mandados a la muerte”.

Más ilustraciones todavía se podrían hacer con este hecho trágico de la impericia, la vesania y la torpeza de los que no cuidaban de lo principal y únicamente importante: las vidas de los españoles. El terrorismo de ETA bien supo aprovechar la falta de previsiones de los gobiernos de España durante el tiempo de plomo. De aquellos gobiernos. Hay un saldo atroz de más de 800 muertos e incontables heridos. Y algo así ha pasado y está pasando con el Narco, la guerra que sostiene el mundo civilizado contra las mafias criminales de la droga. Las últimas víctimas han si los guardia civiles de la aciaga noche de Barbate. Alguien dio la orden, alguien los mandó a la muerte. Y todavía no sabemos bien quien fue. Por otras razones bien consistentes y poderosas se mira al ministro Marlaska y al gobierno de Pedro Sánchez pero hubo alguien de la cadena de mando que dio la orden a los guardia civiles de Barbate que salieran a la mar contra las narcolanchas, pese al desnivel de fuerzas y medios. A consecuencia de esa decisión poco meditada han muerto dos guardias, nuestro paisano Miguel Ángel González y su compañero David Pérez. Y otros están seriamente heridos. Fueron enviados a la muerte, obedecieron sin rechistar.

Desgraciadamente estos asesinatos de los dos guardias han generado noticias diversas, como el rechazo a la condecoración o los obstáculos a que el ministro Marlaska impusiera sobre el féretro la medalla. En nuestra ciudad, además, la alcaldesa ha sido severamente criticada por el mantenimiento de los actos de los carnavales (el Diario ha informado de las disculpas de Patricia Cavada y la aceptación de los familiares). Más cosas podríamos decir de los márgenes de la triste noticia, pero nada de la persona que ordenó que se echaran al mar con tanta desigualdad los guardias, quien no previó que lo que fatalmente ocurrió pudiera ocurrir, quien, una vez más en la historia triste de España, mandó a la muerte a españoles de uniformes. Y del ministro Marlaska que, no me cabe duda, debería dimitir e irse a su casa. Me invade un profundo silencio interior.

Respiro hondo. Es la tristeza de esta regla fatal tantas veces cumplida: los mandaron a la muerte. Unos y otros. Descanso eterno a estos héroes.

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