La inversión extranjera neta (entrada de capitales menos salidas) en el mundo alcanzó, según el Banco Mundial, el billón de dólares (a precios actuales) en 1999 y supuso un 3,7% del PIB global. A partir de entonces su comportamiento fue tremendamente volátil. El máximo se registró en 2007, cuando llegó a superar los 3 billones (5,3% del PIB), pero luego vino la crisis financiera internacional, de la que consiguió salir con dificultades porque en medio tuvieron lugar la de deuda soberana en Europa y la del euro. En 2015 se había conseguido recuperar más del 90% de los flujos internacionales de capital, pero tan solo el 60,6% en la zona del euro y apenas el 54,6% en el conjunto de la Unión Europea. La economía mundial había iniciado una etapa de moderado crecimiento y de expansión del comercio internacional, pero la inversión extranjera mantuvo su volatilidad hasta la llegada del coronavirus.

En 2021, el último dato publicado por el Banco Mundial, volvía a situarse en 2,2 billones de dólares (2,3% del PIB mundial), pero la perspectiva para 2022 es de una nueva contracción debido a la incertidumbre provocada por la guerra en Ucrania, la inflación y la subida de tipos de interés. Los más perjudicados volverán los países más necesitados y proyectos estratégicos relacionados con la lucha contra el hambre, la desigualdad, las pandemias y el cambio climático. Hay estudios que apuntan que la inversión extranjera tiende a dirigirse donde hay crecimiento, productividad laboral y competitividad internacional, lo que explica que, según Unctad, las tres cuartas partes de su crecimiento en 2021 se hayan concentrado en las economías más desarrolladas.

En España, los datos de la Secretaría de Estado de Comercio llegan hasta el tercer trimestre de 2022 e indican que la inversión extranjera sumaba 30.584 millones a finales de septiembre, de los que 20.846 millones procedían de la Unión Europea. Hay que aclarar que solo 22.847 millones venían a financiar inversiones productivas y, por tanto, a generar riqueza y empleo en el país. El resto corresponde a operaciones ETVE (entidades de tenencia de valores extranjeros) que consisten básicamente en compra-venta de títulos y valores sin incidencia directa en la producción. Si comparamos con los tres primeros trimestres de 2021 observamos un crecimiento del 41,6% en inversión total, del 54,9% si excluimos las de carácter estrictamente financiero, y del 31,2% en la procedente de la UE. La inversión extranjera, que consiguió mantener su nivel durante la pandemia e incluso llegó a intensificarse a finales de 2021, ha resistido también durante 2022, pese a la guerra en Ucrania y la inestabilidad política.

En Andalucía ascendió a 982,7 millones durante 2021, muy próxima a la registrada en 2019 y equivalente al 3,3% del total de España. La cifra puede parecer reducida, pero se explica por el efecto capital que ejerce Madrid, donde tienen su domicilio social la mayoría de las empresas extranjeras en España y se concentra más de las tres cuartas partes de la inversión total. Las perspectivas para 2022 son bastante más adversas porque el acumulado a septiembre es inferior a la mitad del mismo periodo en 2021.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios