Análisis

Juan Antonio Palacios fernando silva

A Ernesto Delgado, gran alcalde y buen amigo

“Aprendí a tu lado muchas cosas buenas. Lo primero fue a trabajar en equipo”

Nos conocíamos desde niños, aquellos tiempos de la escuela en la que lo mismo cantábamos la tabla de multiplicar que los ríos de España. Nunca perdimos el contacto ni la relación y, tras las primeras elecciones municipales democráticas, tuve la suerte y el privilegio de formar parte de tu equipo y trabajar juntos en la candidatura del PSOE para colaborar a transformar la ciudad de Algeciras.

Tras la primera corporación democrática encabezada por Paco Esteban, nos tocó remangarnos la camisa y ponernos manos a la obra y dotar a nuestra ciudad de equipamientos sociales, culturales, sanitarios, educativos y deportivos.

Fueron muchas las cosas buenas que aprendí a tu lado. Lo primero fue a trabajar en equipo y a ser respetuosos con los demás, tanto con quienes compartían con nosotros el proyecto socialista como con aquellos que pensaban de forma diferente y con los que teníamos, a veces, debates duros, pero constructivos.

Ernesto, cuando este mediodía del 15 de marzo de 2024 supe que habías decidido dejarnos, se me rompió el alma en mil trozos y vinieron a mi memoria muchos recuerdos de los buenos y los malos momentos que la vida personal y política nos ha deparado.

Me vas a permitir que en este hasta siempre te reconozca humildemente como un gran alcalde y un buen amigo. Me enseñaste muchas cosas, pero uno de los tesoros más valiosos que nunca viviré lo bastante para agradecerte es saber escuchar.

Saber atender con nobleza, generosidad, empatía y afecto a los demás, sobre todo a los más vulnerables y débiles, a los que más necesitan como administrados del apoyo de nuestras instituciones. En los primeros ayuntamientos democráticos que nos tocó vivir estaba todo por hacer y el protagonismo ciudadano estaba articulándose en diferentes órganos de participación.

Qué tiempos tan apasionantes, cómo disfrutábamos con esas agotadoras jornadas vividas de sol a sol, con corazón y reflexión, en las que al final veíamos el producto de nuestro esfuerzo y trabajo.

No voy hacer un resumen de esos resultados, solo basta pasear por la ciudad y ver cómo la gente disfruta de esos logros. Ahora te encontrarás con muchos compañeros y compañeras que nos acompañaron en esta aventura de hacer una Algeciras mejor. Ellos, igual que nosotros, te van a recibir como se hace con los grandes y te aplaudirán con fuerza, cariño, admiración y entusiasmo, Ernesto, gran alcalde y buen amigo.

Siempre estarás en nuestra memoria, nunca te olvidaremos. Aunque te desee un descanso eterno, sé que ya estarás pensando en nuevas iniciativas y ten en cuenta que para trabajar por Algeciras, cuenta siempre con nosotros, gran alcalde y buen amigo.

Ernesto, Ernesto”. Así era conocido y llamado. Todavía me encuentro a muchas personas que lo recuerdan. Sí, sumó popularidad investida de cariño, fomentada por logros y por su cercanía en su tiempo de alcalde. Esa capacidad de generar empatía venía de antes, claro, y se tradujo en años de estancia en la alcaldía, una época finiquitada por una moción de censura que llegó por excesos de confianza, bien regada por diferencias internas. En fin, como si fuera un cambio de tiempos, se pasó de la inocencia democrática de los primeros años, repletos de ilusión y de mucha gestión, al cambio, a la pérdida del poder, al triunfo del populismo.

Ernesto Delgado Lobato, como otros concejales de aquellos años, tanto del PSOE como de la entonces Alianza Popular, tenía procedencia ceutí, pero mucha vivencia campogibraltareña. En sus mandatos se levantaron colegios públicos, centros de salud, se honró al pueblo gallego de Neda, se hizo cultura por barrios, se construyó la ronda intermedia, se levantó el pabellón de deportes, y una suma amplia de logros que ayudaron al progreso de la ciudad.

Tuvo la habilidad y la honestidad de compartir protagonismos, porque hoy seguimos sabiendo que no era solo cosa suya sino la de un equipo que tenía muchos nombres propios que hoy todavía dan testimonio de aquellos días, tales como Juan Antonio Palacios, Juan Antonio Valle, Nicolás Tobaruela... Que me perdonen los que no menciono porque son muchos.

Entonces, como hoy, el que suscribe ejercía como periodista. Eran otros momentos, sí, en los que teníamos la oportunidad de escudriñar, de disponer de tiempo para acudir a casi todas las ruedas, investigar. Ernesto nunca perdía la sonrisa, el buen trato. No lo pasó bien cuando vinieron mal dadas, aunque sé de su paciencia y tenacidad, puesta a prueba en la última campaña como cabecera de lista por el PSOE, en la que optó por jugársela frente a las miserias internas y de quienes practicaban corruptelas, por no ponerle nombres más feos.

Luego llegaron, ya fuera de la alcaldía, los días aquellos en los que quienes decían que le querían mucho porque era alcalde ya no sabían abrazarle, ni tan siquiera saludarle. Aún así, intentó volver por dónde había andado, pensando que donde hubo podía seguir sirviendo para volver a estar sentado en los sillones de concejales, quien sabe si decidiendo aunque fuera con la fuerza justa para influir. Nada.

Envejeció bien y se le notaba reconciliado con todo. Al menos esa es mi impresión. Nuestros encuentros, fugaces y siempre institucionales, me sirvieron para confirmar a quien respeté y admiré, con sus muchos aciertos y algunos errores, como un buen alcalde, socialista y democrático.

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