El nuevo faro de Trafalgar
El fotógrafo jerezano Juan Carlos Toro culmina su instalación en la fachada de la sala 'El Pirata' de Caños de Meca, donde además expone su obra 'Caleidos-Cádiz
La lluvia se empeñaba en ocultar el sol, que aparecía haciendo fuerza para separar las nubes. Mientras se libraba esa batalla, algo mágico sucedía en la playa de Caños de Meca, en la pared del restaurante y galería 'El Pirata'. Iba creciendo una masa de rocas sobre las que se sustentaba un nuevo faro, el mismo faro de Trafalgar que ha alumbrado cientos de años y guiado a navegantes. Testigo de cruentas batallas, ahora cambia su ubicación para alumbrar a los visitantes que pasean por la arena o que quieren conocer la obra 'Caleidos-Cádiz' del fotógrafo jerezano Juan Carlos Toro en la sala L 'El Pirata' o probar las suculentas viandas del restaurante del mismo nombre. Y la magia iba construyendo un mural de 15 metros de ancho por 4 de alto. Una fotografía expuesta dentro de la sala L saltaba de su pared para ampliarse a pie de playa, coger las texturas del muro y sorprender a forasteros y autóctonos.
Todo empezó a las 14 horas del pasado jueves. Juan Carlos Toro, acompañado de su familia y de la galerista Patri Díez, instaló su campamento base en la arena: cubetas y palas de playa, cola de pegar, cajas llenas de carteles enrollados y la fotografía convertida en un plano de construcción o un juego de hundir la flota.
Con el hábito creado por su proyecto 'Presencias' (fotografías a gran tamaño de artistas flamencos jerezanos 'colgadas' en diversas fachadas de Jerez), Toro comenzó a distribuir los paneles de la primera fila. La agilidad y la compenetración con sus ayudantes evidenciaban que no era la primera vez que hacían este tipo de trabajo. En media hora la base del gran monstruo de roca estaba terminada. Los bañistas y personas que paseaban por la orilla se paraban a curiosear lo que se estaba fraguando, pero las primeras piezas de ese gigantesco puzzle no mostraban aún mensaje suficiente para que nadie entendiera nada.
El resto de la familia de Juan Carlos, padres, hermanos y sobrinos, se sumaron a la tarea, así que creció la velocidad de construcción del mural. La roca iba subiendo, las escaleras se movían de un lado al otro de la pared y los cubos de cola volaban entre las manos. Trocitos de piedra, bloques de roca y al fin el faro. Los golpes de cepillo aplanaban y pegaban la nueva luz de la playa.
Pero no iba a ser tan sencillo. Cuando casi parecía que estaba todo acabado, la lluvia hizo desmontar todo el campamento. Todos corriendo por la arena para refugiarse en 'El Pirata'. Decepción en las caras, ¿todo el trabajo hecho para nada? Si la cola no secaba la lluvia podría arrancar las piezas de papel que se empeñaban en adherirse como una segunda piel.
Todos miraban desde las ventanas del barco pirata la construcción del gigante, y seguidamente al cielo. ¿Iba a parar la lluvia para poder terminar el trabajo? Sí. Otra vez los rayos del sol calentaban. Todos corriendo otra vez a la playa, escaleras en mano, la cola y los últimos papeles. Y se hizo el milagro. Como loco de alegría por acabar el trabajo, el hombrecillo protagonista de la foto saltaba la roca y sus pies se quedaban pegados a la pared hasta que las inclemencias del tiempo, o las manos de los visitantes, permitan que el gran puzzle siga aferrado a las paredes de 'El pirata'. Eran las 20,30 horas.
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