Centenario de Carmen Martín Gaite: fe en la palabra
Literatura
La autora de ‘Entre visillos’ y ‘Nubosidad variable’ cumple este lunes el siglo consolidada como una voz de referencia en la literatura española. La Biblioteca Nacional inaugura el 18 una exposición sobre su figura.
La costumbre del lobo
“Resulta casi imposible imaginar cómo se habría desarrollado nuestra vida si los hechos que la jalonan se hubieran producido sin tener anterior noticia de Hamlet, Ulises, Sherlock Holmes, el agrimensor de Kafka, Cristo, Alicia en el País de las Maravillas, madame Bovary, Don Quijote, El Corsario Negro, Pinocho o Melibea”, enumeraba Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000) en las páginas de El cuento de nunca acabar, que publicó en 1983 con el revelador subtítulo de Notas sobre la narración, el amor y la mentira. En ese volumen la autora de Entre visillos o Nubosidad variable apuntaba, entre sus siempre lúcidas divagaciones, que nuestras existencias no pueden desligarse de esos personajes que no sólo nos acompañaron, también ayudaron a forjar nuestra identidad. “Ellos, desde la trastienda de sus respectivas ficciones, nos han suministrado modelos para tejer ese otro cuento de lo que nos va pasando. Supondría por nuestra parte una ciega arrogancia atribuirnos la exclusiva paternidad de un relato cuyas riendas ellos nos ayudaron a llevar”, continuaba la escritora. “Muchas veces he pensado que si me dejaran contestar en profundidad a esa pregunta tan reincidente: ¿Qué literatura le ha influido a usted?, la tarea llevaría un tiempo enorme, porque el primer gran enigma a desentrañar es el de dónde está la frontera entre lo que llamamos vida y lo que llamamos literatura”.
Desde que de niña debía correr a los refugios para protegerse de los bombardeos de la Guerra Civil y ya percibía ese momento como un juego irreal, o más tarde cuando creó junto a una amiga una isla imaginaria porque, como sostiene el personaje de El cuarto de atrás, “de la necesidad de sobrevivir surge la inventiva”, Martín Gaite reinterpretó cada momento desde un poderoso mundo interior, con las hechuras del pensamiento o la ficción. Una oposición a someterse al gris de la realidad, aunque partiera de ella tantas veces: en una postal que le enviará a su amigo José Luis Borau desde Nueva York en una de sus estancias en los EEUU, le comentará sobre la Estatua de la Libertad, con una ternura entrañable: “He bajado a verla y creo que me ha reconocido”.
La “frontera entre lo que llamamos vida y lo que llamamos literatura” le parecía un “enigma”
La inteligencia con la que captó el complejo paisaje de la psicología humana y la extrañeza de lo humano –Lo raro es vivir, lo proclamó en uno de sus títulos– hace que la creadora salmantina se mantenga joven todavía pese a cumplirse hoy, 8 de diciembre, el siglo de su nacimiento. Una exposición que abrirá sus puertas en unos días en la Biblioteca Nacional, adaptaciones teatrales de Lucía Miranda (Caperucita en Manhattan) o María Folguera (El cuarto de atrás), la biografía que firma el especialista José Teruel y que mereció el Premio Comillas o la ampliación del catálogo de Siruela dedicada a la autora con varias propuestas entre las que destaca De hija a madre, de madre a hija, que incluye un conmovedor testimonio de cómo la ilusión de una nueva escritura aplacó el duelo por la pérdida de su hija Marta, confirman que esa narradora que supo ganarse el aprecio de las generaciones que venían detrás ha conquistado también, un cuarto de siglo después de su muerte, el reconocimiento de la posteridad.
En la biografía que José Teruel dedica a la ganadora del Nadal, el Príncipe de Asturias o el Nacional de Literatura y que ha publicado este año con Tusquets, el investigador expresa su admiración por los desdoblamientos de los que es capaz la autora y por su dominio de la fabulación. “No encuentro otro caso de escritora con mayor variedad de intereses intelectuales en la cultura española del siglo pasado. Martín Gaite como ensayista, historiadora, crítica literaria, poeta, traductora, conferenciante, guionista y cualquier otra modalidad de su creación intelectual, nunca depuso su condición de narradora: convirtió cualquier asunto en narración. Todo para ella era un cuento que tenía que estar bien contado: las lecturas, la política, el amor, la vida propia y ajena, los sueños, la historia”, argumenta Teruel sobre una escritora versátil capaz de alternar la memoria, la denuncia y el humor en los Usos amorosos de la postguerra española o de escribir para la pequeña pantalla las peripecias de Santa Teresa de la Cruz o la Celia de Elena Fortún.
El biógrafo José Teruel cree que su talento “convirtió cualquier asunto en narración”
Para Víctor García de la Concha, que coescribió con Josefina Molina y con ella los guiones de Teresa de Jesús, Martín Gaite era “el ejemplo más claro de lengua viva, capaz de transmitir el decir del pueblo”, manifestó a su muerte. Pero la novelista fue un modelo también más allá de su obra: la esposa en un matrimonio fallido de Sánchez Ferlosio y amiga de Ignacio Aldecoa o Agustín García Calvo peleó siempre por la independencia de ser ella misma, una singularidad que también llevó a su vestimenta y a sus características boinas. Una de ellas forma parte del legado suyo que se depositó en la Caja de las Letras el pasado marzo, junto a sus Obras Completas y las cartas que se cruzó –porque también cultivó la correspondencia con el entusiasmo de los collages o sus cuadernos para todo– con Juan Benet.
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