Cultura

Descafeinados novillos de 'Villamalta'

  • Mario Aguilar y Miguel Tendero dejan una grata impresión en su debut en la Maestranza · Salvador Barberán, que repetía tras su triunfo del pasado 18 de mayo, se mostró porfión en su lote

Los villamartas en lugar de cafeína traían en sus venas malta. Novillada villamaltas, que aguó las ilusiones de los tres incipientes toreros y de paso la de un público que llenó en algo más de la mitad el aforo de la Maestranza. Novillada deslucida, de escasa casta, con escaso poder y mansa en líneas generales. Con esa maravillosa infusión de malta anduvieron bien los debutantes Mario Aguilar y Miguel Tendero. No redondearon sus actuaciones. Pero apuntaron cosas muy interesantes. No sucedió lo mismo con Salvador Barberán, que repetía actuación tras su triunfo del pasado 18 de mayo, en el que brilló al natural. Por cierto, el puesto libre para un posible triunfador lo ocupará Mario Aguilar, según lo comunicaban responsables de la empresa Pagés, al término del festejo.

El mexicano Mario Aguilar, que cuenta tan sólo 17 años, y se está forjando a la vera de Juan Cubero, dejó en su tarjeta de presentación varios apuntes positivos: valor, variedad y gusto. Con el manso segundo, que en la muleta metía bien la cara, manejó con soltura el capote, como en un quite por tafalleras. Su arma principal en la muleta fue la quietud. En el manejo de la tela encarnada, el de Aguascalientes alternó momentos muy brillantes, corriendo la mano con gran suavidad, con algunos enganchones. Tras un comienzo solemne por alto, remató el comienzo de faena con una trincherilla sensacional, que fue un cartel de toros. También se marcó en otro remate de una serie un pase del desprecio muy pinturero. En los medios, consiguió un par de series interesantes con la diestra y otra al natural. Tras una estocada entera precisó de dos descabellos y el premio quedó en una ovación. Con el mansísimo quinto, más parado que el caballo de un retratista, el hidrocálido se justificó en una labor cuyo lucimiento resultaba imposible artísticamente.

El albacetense Miguel Tendero también demostró buenas maneras. Con el manso tercero, que se quedaba corto por ambos pitones, consiguió hilvanar una faena muy meritoria. Exigió al animal en muletazos de mano baja y el astado no siempre llegaba hasta el final del recorrido; incluso en alguna ocasión hacía amagos de perder las manos. En los tercios consiguió tres buenas tandas de muletazos con la diestra, la segunda de ellas, con ligazón. También esbozó algunos naturales de altura. Mató de una meritoria estocada entera en lo alto. Ni la banda de música acompañó la faena, que tuvo pasajes brillantes, ni el público se entregó totalmente. Con el sexto, un animal protestado por derrengado, se mostró porfión. Apenas le tuvieron en cuenta el esfuerzo.

El algecireño Salvador Barberán, que apuntó algunos lances buenos en sus toros, tuvo como primer oponente a un animal muy deslucido. En los medios, derrochó voluntad con un animal que no repetía. Con el manso cuarto porfió en una labor que en este caso fue a menos, como el astado, y estuvo desacertado con la espada.

Qué pena que no soltaran novillos, bravos, nobles y con brío. Hubiera sido interesante ver a la terna con otro material, especialmente a Mario Aguilar y a Miguel Tendero. Porque el espectáculo resultó descafeinado y apagado por la mala infusión de Villamalta.

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