Cultura

La Colombiana graba salmos de Tomás Luis de Vitoria para un sello francés

  • El compositor fue uno de los maetros más apreciados de la polifonía religiosa

Lo más significado de la carrera musical de Tomás Luis de Victoria (Ávila, 1548 - Madrid, 1611) transcurrió en Roma, ciudad a la que llegó con 18 años para formarse en el Colegio Germánico de los jesuitas, donde seguramente estudió con Palestrina, a quien en 1573 sucedería como maestro de capilla en el Seminario Romano. Desde 1569 era además cantor y sonador de órganos en Santa María de Montserrat, trabajó como profesor del Colegio Germánico a partir de 1571 y ocupó otra serie de puestos hasta su ordenación sacerdotal en 1575.

Desde que en 1572 editara su primer libro de motetes en Venecia, el compositor se convertiría en uno de los maestros más apreciados de la polifonía religiosa europea. Seguirían tres libros de misas, un Oficio de Semana Santa, su célebre Oficio de Difuntos (su última obra editada, en 1605) y otras publicaciones con himnos, motetes, salmos, magnificats y canciones sacras. Quedó sin embargo inédito un volumen de salmos que el compositor envió a Roma en los años 90 y que se ha conservado en estado de manuscrito en la Biblioteca Nacional Vittorio Emanuelle II (catalogado como Manuscrito Musical 130), donde fue encontrado por el musicólogo Klaus Fischer en 1975. A pesar de que la autoría de los diez salmos incluidos en el documento resulta inequívoca, pues se abre con una carta escrita por el propio Victoria, las piezas han tardado en adjudicarse al maestro abulense en los repertorios internacionales y estaban sin grabar hasta que en febrero de este año La Colombina asumió el reto.

Un desafío para un conjunto de sus características, pues aunque las obras están escritas a 4 partes, fueron pensadas para voces iguales (vocibus paribus), lo que ha exigido el transporte de tono, práctica habitual por otro lado para la música de la época. Los salmos estaban sin duda concebidos como fondo de repertorio para utilizar en los oficios de vísperas, y La Colombina ha querido contextualizarlos como si formaran parte de unas Vísperas, ofreciéndolos con sus antífonas (antes de cada salmo, pero no después, como era preceptivo), intercalando motetes entre ellos y acabando con Himno y Magnificat, piezas extraídas de las diversas ediciones del propio Victoria.

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