Cultura

Chema Cobo dialoga con su arte

  • El artista tarifeño repasa junto a la periodista Amalia Bulnes los referentes literarios y simbólicos de una obra fiel a sus propios mitos y que hoy se reencuentra con Cádiz tras 14 años

El diálogo de Chema Cobo con su obra, con el arte y la literatura. El de un artista con identidad gaseosa, como se autodenomina, en la diáspora de la vida, reflexivo e incluso obsesivo son sus mitos tomó la Feria del Libro de Cádiz. Lo hizo de la mano de la periodista y comisaria de la exposición que hoy presenta en la Diputación de Cádiz, Amalia Bulnes, que lo fue guiando por los puntos vitales de una obra con claros referentes literarios, de carácter revisionista y también renovado que llega hasta la actualidad. Hasta la muestra Joking Holes. Un pintor en la diáspora. 1975-2015.

Durante la conversación que ambos mantuvieron en el encuentro en este baluarte de letras, se iban proyectando las piezas que integran la exposición, en buena parte totalmente inédita. Es el regreso de Chema Cobos (Tarifa, 1952) a Cádiz, tras 14 años de ausencia. Unas treinta piezas incluye este autor "poco acomodativo", puntualizó la comisaria, con este espíritu mixto entre autor, filósofo y pintor.

Porque Cobo estudió filosofía e inevitablemente lo traslada al lienzo. Ya traladaba su arte a los apuntes que tomaba, a modo de reglas "nemotécnicas que me lo hacían más divertido".

Nunca se dejó arrastrar por los convencionalismos, por el sistema, desde la conciencia de los esquemas propios en los que debía debatirse como artista. "Mi obra no puede ofrecer un discurso mediático, como en una noticia. Pero doy señales con un lenguaje que tiene que descifrar la gente". Porque Chema Cobo tiene un sello personal e intransferible servido por toda una serie de elementos y condicionantes inherentes a sus creaciones. Revisados, eso sí, pero siempre ahí.

Citó Amalia Bulnes como referencias los agujeros, el agua reflejada, su inseparable Alicia de Lewis Carroll, el joker, el ventrílocuo... instalados todos en su exposición, dentro de microespacios de sus pensamientos, no de forma cronológica, a modo de asociacionismos de ideas.

Entre ellos citaron sus holes, "en el sentido más obsceno y brutal". O el joker, que Cobo presentó como esa especie "de voz en off, como ese personaje de teatro que hace comentarios en la escena al espector, que funciona de forma múltiple o camaleónica, sin identidad". Como él mismo, reconocía, "que creo máscaras que me pongo a diario".

Una idea que entronca con el desdoblamiento, los espacios híbridos y la falta de identidad del autor, que se reconoce tarifeño, pero sin esa atadura "nazi" a una tierra que mira de frente a África y pegadita a Gibraltar.

Destacó la potencialidad de Alicia de Carroll, la de esa niña que se hacía adolescente y que se enfrenta a dos mundos, el ficticio y el real, tan tedioso como el mundo del arte, dijo, salvo cuando se crea. Una niña a la que descubrió de forma peculiar, tras descubrir a Nietzsche.

Toda una serie de símbolos expuestos desde la ironía, como respuesta a su "militancia anti narcisista", explicaba Cobo.

No pinta sus manos, sino su cerebro, "decía Miguel Ángel", y retomaba Bulnes sobre la factoría del protagonista. También mencionó la faceta comprometida y política en el seno de su propia trayectoria, y no desde la política convencional. Una carrera, por cierto, que comenzó con buen pie, con una primera exposición casi de ensayo que resultó triunfante y le abrío las puertas de aquella hornada de artistas "desobendientes de la nueva figuración madrileña", mencionó la comisaria. Una carrera, la de Chema Cobos, que hoy se reencuentra y dialoga con Cádiz.

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