Enfoque de domingo: 30 aniversario de Novo Sancti Petri

El cambio económico y socio cultural de Chiclana

Entrada principal a la urbanización Novo Sancti Petri.

Entrada principal a la urbanización Novo Sancti Petri. / D.C. (Chiclana)

Los municipios y ciudades históricas y, Chiclana lo es, sufren transformaciones a través del tiempo y el espacio que las hacen crecer, desarrollarse y progresar. Estos procesos de cambios experimentados en más o menos tiempo modifican su territorio, las formas de vida y las relaciones sociales económicas y culturales dentro de un espacio común que a su vez interfieren en las distintas expresiones y modos de vida de sus habitantes. La articulación entre todos ellos permitirá una formación económica social generadora de riqueza que dé cabida a una sociedad más dinámica, más próspera, más feliz.

La evolución económica, social, demográfica y cultural de Chiclana en los últimos cuarenta años es un fenómeno consustancial a los distintos cambios productivos generados a partir de finales de la década de los setenta. Ya desde 1965, se había iniciado ciertos cambios con respecto a décadas anteriores al contar con dos polígonos industriales, Las Albinas y El Torno. Por otro lado, la aprobación de las normas subsidiarias y el PGOU propiciaron el primer plan parcial de la provincia y la construcción de la primera urbanización –Cortijo Los Gallos– con vistas a un incipiente sector turístico. Todo ello se incrementó a partir de 1976 cuando se iniciaba el proceso democrático en el país, después de cuarenta años de dictadura.

Chiclana entonces iba a dejar de desempeñar su papel histórico en el sector primario para instalarse en otro nuevo basado en el secundario: la construcción, y en la pequeña y mediana industria, sin olvidar el sector servicios. Así, la agricultura y ganadería fue perdiendo paulatinamente preponderancia en favor de ambos sectores, con la creación de nuevos polígonos industriales, así como un mayor desarrollo del sector terciario: construcción del hotel Fuentemar, las urbanizaciones Doña Violeta, Cerro Molino…

Diversos factores influyeron de manera positiva en este proceso. En primer lugar, el fenómeno de la construcción y autoconstrucción de segundas residencias vacacionales por la clase media de Chiclana, y de otras ciudades de la Bahía de Cádiz convertida por aquellos años en zona metropolitana. A ello se añadía la bonanza económica y la mejora de las comunicaciones terrestres, muy en especial las infraestructuras viarias como la variante entre Chiclana y Cádiz que hizo más accesible el tráfico de personas y vehículos. Un tercer factor relacionado con el primero será el cada más acentuado interés de forasteros de otras provincias en invertir en segundas residencias donde encontrar solaz, descanso y el ocio en sus playas: La Barrosa y Sancti Petri. Unidos a estos elementos dinamizadores de la economía fue surgiendo la parcelación de zonas rurales, antes ocupadas por el sector primario, que llevó a una proliferación construcciones para primera vivienda cuya consecuencia fue la conversión del paisaje rural en otro más urbano y más antropizado. Todos estos factores, además de la carestía de la vivienda en la bahía –Cádiz y San Fernando–, traerá consigo un crecimiento demográfico que será vital para el crecimiento de la ciudad entre los años 1970 y 1990 (64,60%). Incremento que nos ha llevado alcanzar los 86.300 habitantes actuales.

De esta forma y durante estas dos décadas, se va a producir un cambio cultural en el sistema productivo. Este va a tomar un giro importante en el cada vez más relevante sector de la construcción y sus industrias auxiliares en detrimento de otros como el vitivinícola, las salinas, y acuicultura, la pesca… todos ellos inmersos, entonces, en una profunda crisis económica. Al mismo tiempo, dentro del sector terciario, el turismo se consolidaba con un empuje inusual desde mediados de los años ochenta. No obstante, Chiclana aún no contaba con instalaciones turísticas con vistas a un nuevo tiempo que exigía y demandaba otro tipo de turismo para un mayor crecimiento local de este sector. Se necesitaban más y mejores actuaciones para atraer al turismo nacional, sin obviar el internacional, entonces impensable. Sin embargo, para evitar repetir otros modelos de desaforadas prácticas de construcción de los años sesenta, que habían proliferado en algunas zonas del litoral español, se optó actuar con garantías de futuro implementadas, además, con la legislación autonómica en la ordenación del territorio y, así, promover áreas protegidas capaces de ser rentables y atractivas para el turismo, al tiempo que respetuosas y sostenibles con el medioambiente y el patrimonio natural.

De este modo, surgió el proyecto de construcción de un nuevo concepto de desarrollo turístico: el Plan Parcial de ordenación para el complejo turístico residencial y hotelero Novo Sancti Petri. Se trataba de articular el sistema turístico con el sistema natural evitando el menor impacto medioambiental en el territorio. Ante estas premisas, para una superficie de 4.000.000 de metros cuadrados, solo el 6,5 % tendría una ocupación real para hoteles, apartahoteles y zonas residenciales. Las normas urbanísticas eran muy específicas: edificación baja –no superar las tres plantas–, amplias zonas verdes, construcción de viales y calzadas para vehículos, carril de bicicletas, aceras y senderos naturales, un parque natural público, instalaciones deportivas –públicas y privadas–, plantación de más de 1000 árboles, 1500 arbustos, 900 plantas aromáticas…

El proyecto del Plan Parcial de Novo Sancti Petri se presentaba y era aprobado inicialmente, el 17 de noviembre de 1987, ante el Pleno municipal. Se sentaba así, las bases para lo que el alcalde-presidente, José J. de Mier, dijo ante los recelos de algunos: “Estamos hablando del futuro de Chiclana”. Y era cierto porque aquel futuro es, hoy, nuestro presente más próspero.

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