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Franco: 50 años, 50 historias [34/50]
El viaje más largo que realizó Franco fue en enero de 1936 para asistir en representación del Ejército español a Londres al entierro de Jorge V. El mismo monarca, según escribe Julián Casanova en su biografía de Franco, que en 1932 inició la costumbre de los mensajes navideños por radio a la población. Una práctica que un año después imitó el presidente Roosevelt y a partir de 1939 el propio Franco hasta que desde 1962 se empezaron a emitir por Televisión Española.
Jorge V fue el abuelo de Isabel II de Inglaterra, la reina que heredó el trono de su padre, Jorge VI, hijo de aquél, en 1952 y que reinó durante más de medio siglo entre febrero de ese año y el 8 de septiembre de 2022, el día que falleció. El mismo día que se cumplía el quinto centenario del regreso de la nao Victoria, al mando de Juan Sebastián Elcano, la única de las cinco que comandaba Fernando de Magallanes que completó la primera Vuelta al Mundo emprendida desde el puerto de Sevilla en 1519.
La del rey Jorge V de Inglaterra es una de las muchas muertes que aparecen en la novela de Jose Saramago El año de la muerte de Ricardo Reis. La primera es la del propio Fernando Pessoa (13 de junio de 1888-30 de noviembre de 1935), de quien el propio Ricardo Reis es uno de sus heterónimos. Pessoa en realidad es uno de los muchos personajes de la novela que mueren en 1936, porque aparece como un fantasma que fallecerá realmente nueve meses después de que apareciera su esquela en los periódicos, una prórroga equivalente a los nueves meses dentro de su madre que precedieron a su nacimiento.
La novela me la dedicó el propio Saramago en noviembre de 1986, medio siglo después de los acontecimientos que se narran en ella. Fue en una de sus primeras visitas a Sevilla y la terminé de leer en octubre de 2022, el año del centenario del nacimiento del escritor portugués, esposo de la periodista sevillana (nacida en Castril, Granada) Pilar del Río y Nobel de Literatura en 1998.
El año de la muerte de Ricardo Reis es muchas cosas. Una de ellas, una crónica de la inminencia de la guerra civil española contada por los testimonios que van apareciendo y por las noticias de los periódicos que llegan al hotel en el que se aloja el doctor Ricardo Reis, que ha vuelto desde Brasil muchos años después.
Por la novela desfilan políticos de los dos bandos: Franco, Mola, Sanjurjo, Queipo de Llano, por los nacionales; Casares Quiroga, Diego Martínez Barrio, Largo Caballero, por los republicanos. A Ricardo Reis, cuando abría un periódico, “le fatigaban las páginas grandes y el derroche de prosa”, “son así los periódicos, sólo saben hablar de lo que aconteció, casi siempre cuando ya es demasiado tarde para enmendar errores” y aparecen titulares: “Dimisión del Gobierno español, aprobada la disolución de las Cortes…”.
“Soy el año mil novecientos treinta y seis, vengan a ser felices conmigo”, fabula Ricardo Reis subiendo a su habitación del hotel. “… no es común que en tan pocas semanas haya tal suma de muertos de calidad… sin hablar ya de Fernando Pessoa, que ése nadie sabe que a veces va y vuelve, hablamos de Leonardo Coimbra, que inventó el creacionismo, de Valle Inclán, autor de Romance de lobos, de John Gilbert, que trabajó en aquel filme El gran desfile, de Rudyard Kipling, poeta de If, y, last but not least, del rey de Inglaterra, Jorge V, el único con sucesión garantizada”.
Ricardo Reis se define como un monárquico sin rey. El lector de Saramago se imagina a Franco representando a la República en los funerales del rey inglés, el Alfonso XIII de la reina tan longeva por ser el abuelo como el hijo de Alfonso XII lo fue de Juan Carlos I. En los periódicos de Lisboa se informa de que Eduardo VIII será el nuevo rey de Inglaterra, aunque el monarca y emperador de la India sólo lo fue durante 325 días al casarse con una divorciada norteamericana; también hablan de que “las divergencias entre Gil Robles y Calvo Sotelo pueden poner en peligro el bloque electoral de las derechas españolas”.
Pasan los días y todo se va haciendo de noche. “Donde la cosa va de mal en peor es en casa de nuestros hermanos, donde anda la familia muy dividida, que si gana Gil Robles, que si gana Largo Caballero, y la Falange que ya ha hecho saber que va a enfrentarse en las calles a la dictadura roja”.
La cercanía del conflicto llega hasta la recepción, “es que de repente se nos ha llenado el hotel, sí, por los españoles, por lo de España, viene mucha gente de allá… han llegado tres familias españolas, dos de Madrid y una de Cáceres, vienen huyendo. Huyendo, sí, porque los comunistas han ganado las elecciones, no han ganado los comunistas, han ganado las izquierdas, es igual…”.
El director le dice a su distinguido huésped: “Mala suerte, mi querido Reis, viene usted huyendo de Brasil buscando tranquilidad para el resto de su vida y ahora se alborota la casa del vecino”. Y transcribe en portugués un dicho de su país: “De España ni buen viento ni buen casamiento”.
Si quedara vacía la habitación 201 “donde cabría una familia entera de Sevilla, un grande de España, por ejemplo, el duque de Alba”. Han declarado ilegal Falange Española “y detenido su jefe José Antonio Primo de Rivera”, otro muerto de 1936. El director da orden a un empleado del hotel de que vaya en busca de periódicos españoles. “Según el periódico El Pueblo Gallego se han refugiado en Portugal cincuenta mil españoles”.
Millán Astray también ha venido desde Brasil, como Ricardo Reis, aunque antes estuvo en Buenos Aires. Se encontrará con Unamuno, el rector de la Universidad de Salamanca, en el episodio del 12 de octubre, el de Viva la Muerte. La última muerte del año será la de Unamuno (31 de diciembre de 1936), que fue nominado para el Nobel de Literatura el año que muere Pessoa. Sanjurjo ha muerto carbonizado en un accidente de aviación. Dos huéspedes gallegos, Felipe y Ramón, celebran que Franco sea de Ferrol. “Queremos orden en la nación”, le ha dicho al periódico O Século. “España está en el fin del mundo”, dice un personaje de la novela. Unamuno no sale muy bien parado en el relato, hasta el punto de que Pessoa le tiene que echar un capote. “Olvida usted la importancia de las contradicciones, una vez llegué al punto de admitir que la esclavitud era una ley natural de la vida en las sociedades sanas”. “El general Millán Astray es un inválido”, dice el invisible Pessoa, “no hay descortesía en esto también Cervantes lo fue desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos en España”.
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