Letras de médicos | Crítica

Dos oficios

  • Algaida publica una amena e instructiva colección de semblanzas de médicos escritores o escritores médicos, concebida y coescrita por Francisco Gallardo e Ismael Yebra

Francisco Gallardo (Sevilla, 1958) e Ismael Yebra (Sevilla, 1955-2021).

Francisco Gallardo (Sevilla, 1958) e Ismael Yebra (Sevilla, 1955-2021).

Tres años después de la muerte del médico y humanista Ismael Yebra, un hombre muy querido por muchas razones, más allá de su reconocida dedicación profesional, académica y literaria, su recuerdo sigue vivo entre las numerosas personas que se beneficiaron de su generosidad y de su temperamento afable, bienhumorado y abierto, del que dieron buena cuenta los escritores y articulistas que lo despidieron en estas mismas páginas donde él mismo colaboraba. Al margen o por causa de sus cualidades personales, el doctor Yebra encarnó de modo ejemplar un modelo que se remonta muy atrás en el tiempo y quizá sea cada vez menos habitual en nuestra época, no porque no siga habiendo médicos valiosos y genuinamente interesados por las letras, sino porque en Ismael, como en los mejores de sus predecesores, ambas condiciones remitían a un impulso no sólo intelectual –extensible a la vocación de servicio– y se veían enaltecidas por una extraordinaria calidad humana. Lo sabe bien quien fuera uno de sus más íntimos amigos, el también médico y escritor Francisco Gallardo, que comparte con su colega fallecido la bonhomía, la afición por los libros y la dedicación a la literatura, como refleja este ensayo que proyectaron juntos y ha visto la luz, también, como homenaje póstumo del coautor a su añorado compañero.

Medicina y creación literaria conforman un fecundo binomio desde la Antigüedad

Más que un ensayo, Letras de médicos es una colección de semblanzas de médicos escritores o escritores médicos, denominaciones no sinónimas que en el primer caso, como señala Gallardo en el epílogo, apuntan a la práctica alterna de los dos oficios y en el segundo al predominio o la total entrega al de la escritura, aunque no siempre resulte fácil evaluar los porcentajes ni se trate de medir el tiempo dedicado a cada tarea. Medicina y creación literaria conforman un fecundo binomio desde la Antigüedad y es razonable que sean dos autores familiarizados con ambas quienes aborden el itinerario de otros que, como ellos, compartieron la formación y el desempeño. En algunos casos, la experiencia clínica ha sido fuente directa de inspiración y por otra parte, dice también Gallardo, toda historia clínica es un relato. La “observación minuciosa”, el interés por la psicología o la evolución de los pacientes, lo que la medicina tiene de evaluación y pesquisa, son sin duda una ayuda impagable para los creadores, pero también los médicos estrictos tienen o tendrían mucho que aprender de los retratistas de la condición humana.

La nómina incluye a cuatro autores españoles: Baroja, Marañón, Buendía y Martín-Santos

¿Por qué escriben los médicos?, se preguntan los autores, y para tratar de responder o de responderse al interrogante abordan las trayectorias de algunos de los que han dejado un rastro literario desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días, empezando por Arthur Conan Doyle, discreto practicante de la medicina y renuente artífice de criaturas inmortales, y Antón Chéjov, que conjugó siempre y con gran éxito las dos profesiones. A ellos se les suman autores de vanguardia como el pediatra y ginecólogo Williams Carlos Williams y el dermatólogo y especialista en enfermedades venéreas Gottfried Benn, profundos renovadores de sus tradiciones líricas respectivas, la estadounidense y la alemana, y otros escritores y médicos como el pionero Arthur Schnitzler, el popular Somerset Maugham, el combativo Carlo Levi o el hispanófilo Miguel Torga. Cuatro autores españoles comparecen en la selección: el maestro Baroja, Gregorio Marañón, de quien se dice que fue “un hombre del Renacimiento incrustado en el siglo XX”, el secreto Rogelio Buendía y el ahora centenario Luis Martín-Santos, objeto en el libro, como don Pío, de una aproximación algo más extensa, donde se resumen muy bien su “vida breve” y las relaciones del escritor y psiquiatra con Juan Benet y Carlos Castilla del Pino.

Se trata de una tradición con múltiples reflejos y muy distintas encarnaciones

La nómina se completa con dos mujeres extraordinarias, la neurocirujana Rita Levi-Montalcini, Premio Nobel y autora de impagables reflexiones que excedieron con mucho el ámbito de su especialidad, y Nawal el Saadawi, la “doctora rebelde”, médica y activista que defendió con admirable coraje su libertad de elección y la de las mujeres egipcias. Pero cabe añadir a una tercera, mencionada por Gallardo en el epílogo: Nuria Mendoza, onubense que estudió Medicina en Sevilla y reside y enseña en Nueva York, cuyas “historias médicas” –reunidas en el reciente Un pájaro bajo la cama (Jekyll & Jill, 2023)– son celebradas como excelente ejemplo de transvase entre intereses, en tanto que nunca pierden de vista el lado humano. Su caso es invocado como muestra de la continuidad de una tradición que tiene en este libro ameno e instructivo, fruto de pasiones no excluyentes, múltiples reflejos y muy distintas encarnaciones, incluyendo por supuesto a los autores que lo firman, modelos ellos también de una forma de ejercer la profesión, las profesiones, que los honra y nos honra a sus pacientes o lectores.

Gregorio Marañón, maestro de humanistas. Gregorio Marañón, maestro de humanistas.

Gregorio Marañón, maestro de humanistas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios