De un planeta imaginario
Diafragma 2.8

El hombre observaba con detenimiento el mural que tenía delante, absorto ante esa ventana ficticia que se mostraba ante sus ojos y que, como en un sueño de una tarde de verano, era capaz de hacerle oler el salitre que el poniente movía entre las calles. Allí, sobre el asfalto caliente, y castigado por el sol, permaneció inmóvil y en silencio varios minutos más. No se que estaría elucubrando en su cabeza, pero fuera lo que fuese, se le veía a gusto con la contemplación de esa vista. Aunque algunos la veamos casi a diario, nunca deja de sorprendernos con sus luces, sombras y colores. Por mi parte encuadré y apreté el disparador, mire la pantalla de mi cámara y sonreí. Cuando levanté la cabeza, había desaparecido. Ya lo decía Borges: "No hay otros paraísos, que los paraísos perdidos". Seguiré buscándolos. He dicho.
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