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¿Quién describió la naturaleza del Campo de Gibraltar en el siglo XIX y principio del XX? En gran medida fueron ingleses asociados a Gibraltar o a las bodegas de Jerez que cultivaban la afición a la caza unida al conocimiento de la naturaleza.
Tuvimos la suerte de que parte de estos ingleses recorrieron el Campo de Gibraltar y escribieron sobre lo que veían y por esto podemos conocer hoy día el medio natural tal como era en aquella época. Algunos de estos naturalistas fueron los siguientes:
Gracias a estos trabajos conocemos curiosidades como que "el quebrantahuesos vivía y criaba en Tarifa (hay fotos de su nido). Esperemos que en algún momento vuelva. Actualmente este nido esta tomado por un águila perdicera".
"En el siglo XIX en nuestra sierra sólo había corzos y jabalíes. No existía el ciervo ni el gamo de los que si hay referencias en siglos anteriores. En el siglo XX hubo algunas reintroducciones de estas dos especies y del muflón, por lo que hoy tenemos las cinco especies y en densidades altas".
"La laguna de la Janda, actualmente desecada y en producción agrícola, era muy rica en avifauna, dándose rarezas como la grulla damisela. También había avutardas".
El Instituto de Estudios Campogibraltareños ha tenido el acierto de traducir al castellano algunas de estas publicaciones, como las de Irby y Verner, además del libro de prehistoria Pinturas rupestres del sur de Andalucía, de Henri Breuil y Miles C. Burkitt.
Se describen “los conocimientos ornitológicos” de la gente del campo del siglo XIX, no muy distintos a los actuales, más de 100 años después:
Irby: "Como una prueba de la falta de exactitud de la nomenclatura local, encontramos a menudo que un solo nombre designa a varias especies, incluso algunas veces a algunas que ni siquiera pertenecen al mismo género. Así, los términos águila, aguilucho, aplicados a un solo individuo, puede referirse a cualquiera de las rapaces diurnas, desde el quebrantahuesos al cernícalo primilla. ¡Y son incluso utilizados para designar a veces al cuervo! De igual manera, Bujo se aplica a todas las rapaces nocturnas…".
E incluyeron descripción de especies actualmente inexistentes en ese lugar:
Rodolfo: “Cabalgando entre los fortines del peñón de Gibraltar, divisé un águila perdicera que volaba a poca altura sobre nosotros. Se trataba de un ejemplar adulto, hermosamente coloreado, de espaldas y alas oscuras y, la parte inferior, de blanco puro. Unos oficiales ingleses me dijeron que el nido de este águila estaba situado sobre la empinada pared rocosa que caía al mar, y que desde hacía años venía siendo protegido por los ingleses de cualquier persecución”.
Sobre la costumbre acertada de consumir lo cazado, se lee lo siguiente:
Irby: "Otro objetivo, en mi opinión insuperable, de la caza en Marruecos es que, si se caza una gran cantidad de presas, tienen que tirarse ya que, a menos que se esté a unas 20 millas de Tánger, es inútil. Los moros, siendo mahometanos, no se comerán nada cazado por un cristiano o infiel. Y matar por el mero hecho de la matanza no entra dentro del credo del verdadero cazador. En España todo esto es muy diferente, ya que todos y cada uno están contentos de aceptar lo que sobra de una cacería".
Sobre otros diversos temas se puede leer:
Verner: "En los claros de las partes más bajas de los alcornocales, cerca de Gibraltar, hay profundos sotos o zonas húmedas, de hecho son lagunas diminutas, cuya plácida superficie aparece cubierta de blanco en la primavera temprana por las flores de los ranúnculos acuáticos".
A mediados del siglo pasado desaparecieron muchas zonas húmedas por trasformación urbanística, agrícola o por motivos de salud. A partir de los años 80 se empezaron a proteger sobre todo por su interés ornitológico.
Verner: "Conozco pocas ocupaciones más fascinantes que la de cabalgar o pasear a través de los alcornocales trazándose uno el propio camino, de pronto emergiendo en algún claro de hierba a través del cual cruza silencioso el corzo…".
Curiosamente no aparece en la bibliografía del sigo XIX ni el ciervo ni el gamo. Sí aparece en pinturas rupestres y en las ordenanzas de Castellar del siglo XVI. Estas especies fueron reintroducidas en el siglo XX. Resulta interesante la labor de rescatar estas publicaciones de hace más de 100 años sobre la zona.
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