Un café con Paula

Apego y desapego

  • La terapia permite aprender nuevas formas de relacionarnos con el mundo para acercarnos a un apego más seguro según la psicología occidental y al desapego según la filosofía oriental

Un niño y un anciano juntan sus manos en un gesto de afecto durante visitas con medidas Covid.

Un niño y un anciano juntan sus manos en un gesto de afecto durante visitas con medidas Covid. / EFE / Massimo Percossi

Si bien el domingo pasado hablamos de los términos de moda de la psicología y cómo podemos confundir sus significados de forma cotidiana, uno de los términos con lo que esto ocurre a menudo es el del apego. La explicación está en que existen diferentes orientaciones teóricas desde las que se plantea este término, pero con connotaciones bien distintas.

La psicología, es una ciencia moderna que ha bebido de muchas disciplinas hasta convertirse en la ciencia que es hoy. Realmente poco más de un siglo ha pasado desde que profesionales de otras áreas de la salud o las letras se interesaron por la ciencia que hoy entendemos por psicología. Médicos, filósofos, fisiólogos, antropólogos… creando nuevas teorías y extrapolando otras ya existentes, como es el caso de la filosofía oriental. Han sido muy diversas las aportaciones a este campo y es por ello que es tan rico en áreas de aplicación.

Dentro de la filosofía y cultura oriental, el término desapego es muy utilizado, en el que centran gran parte de su vida diaria. Aprender a dejar ir, no aferrarse, dejar de necesitar, perder el miedo a perder, ya sean objetos materiales, trabajo, personas… nos proponen el alcance de la felicidad desde el dejar de esperar que la felicidad dependa de lo que poseemos a nuestro alrededor, sino de nosotros mismos y nuestra esencia, de lo que somos.

Dentro de este planteamiento de vida nosotros somos responsables de nosotros mismos, nos queremos por quienes somos, y somos lo suficientemente valiosos sin necesitar la aprobación o validación externa. No significa relacionarnos desde la distancia emocional, sino saber dar y recibir amor sin necesitarlo de forma ansiosa o sin miedo al abandono, saber que ocurrirá, que la vida cambia, las personas van y vienen, los hijos crecen… y que podemos disfrutar el momento sin aferrarnos al pasado o tener miedo de lo que vendrá.

Disfrutar el momento con los demás desde la seguridad en nosotros mismos y sabiendo que el alcance de la felicidad es simplemente dejar ir, aceptar y permitirnos amar y ser amados en esas circunstancias. Desde hace unos años, el poder que ha adquirido la práctica mindfullness, que se centra en esta filosofía de vida nos ha acercado mucho a esta terminología. Esta práctica se ha extraído de la meditación que en países orientales utilizan desde sus creencias religiosas como puede ser el budismo. Es decir, hemos adaptado a nuestra cultura todo aquello que nos ha aportado beneficios a nivel emocional desde otras culturas muy ricas en este ámbito, y el poder tener esta interculturalidad nos enriquece.

Si hablamos de la cultura occidental, estos términos cambian, las teorías sobre el apego son diferentes, o al menos tienen diferentes explicaciones o conceptos, y es por ello que a veces nos confundimos entre los términos. Tras la segunda guerra mundial, se solicitó hacer un estudio sobre los huérfanos y los efectos que ésta tuvo sobre ellos. Es ahí donde se comenzó a hablar del apego. El apego es ese vínculo afectivo y duradero que establecemos desde que nacemos o incluso desde antes de nacer, durante el embarazo, con nuestros cuidadores principales, con esas figuras de apego. Se trata de un vínculo que todos los mamíferos establecemos, pues cuando somos crías dependientes de un adulto, tenemos la necesidad de sentirnos seguros y protegidos en situación de amenaza.

Dentro de este encuadre, el apego es necesario, sin embargo, existen tipos de apego según si encontramos esa seguridad en los primeros años de vida o no. Cuando conseguimos sentir la seguridad y protección necesitada, a la vez que nos ofrecen autonomía para poder conocer el mundo nos encontraremos con lo que se llama apego seguro, que en gran medida, se asemeja mucho al concepto de desapego oriental. Es decir, cuando nacemos, los humanos, al igual que otros mamíferos somos dependientes y tenemos necesidades de protección, cuidado, validación… el niño necesita ser visto y aceptado para sentir que existe hacia él amor incondicional. Estos sentimientos dentro del apego seguro irán forjando una personalidad segura e independiente, la tarea de los progenitores es dar esos cuidados, y a su vez mostrar al niño que él es suficiente y válido para lo que se proponga. Esto, hará adultos responsables de sus propias decisiones y de sus procesos de cambio sin la necesidad de que los demás los validen, pues habrá aprendido a hacerlo durante su infancia, esta fortaleza les ayudará a relacionarse desde el amor sano, dejando ir sin estar aferrados desde el miedo al abandono, pues fueron niños amados que no sintieron este dolor, además habrán aprendido a conocer sus propias emociones y saber que existen emociones agradables y desagradables, puesto que otra de las tareas del adulto para que el apego sea seguro es validar todas sus emociones haciéndole sentir seguro en ellas y enseñándolo a gestionarlas y aceptándolas, conociéndolas y dejándolas ir sin aferrarse.

En resumen, como dice el refrán, todos los caminos llevan a Roma, para desapegarse desde la teoría oriental hemos de tener un apego seguro hacia las relaciones con el mundo desde la teoría occidental, y para eso son imprescindibles nuestros primeros vínculos afectivos. Sin embargo, en muchas ocasiones, no hemos vivido este apego seguro en nuestra infancia. Pues bien, de eso se trata la terapia, poder sanar esos vínculos y aprender nuevas formas de relacionarnos con el mundo para acercarnos a un apego más seguro según la psicología occidental y al desapego según la filosofía oriental.

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