Tría 75

Campo Chico

Pepe Rivadulla, el inventor de esa gran tasca de la calle Convento, dio su sitio a la tertulia

Allí no sólo nació TRÍA 75, sino también se señaló un antes y un después en el pulso cultural de Algeciras

García Jaén, Siesser y López Canales.
García Jaén, Siesser y López Canales.
Alberto Pérez De Vargas

Algeciras, 27 de marzo 2022 - 05:20

Habría sido más gráfico, más ajustado a la realidad, haber titulado este Campo Chico con la expresión: la década prodigiosa. Porque a aquel brillante último lustro del antiguo régimen le siguió un primero del nuevo, lleno de luz y de esperanza. Vivíamos en un quiebro hecho al discurrir del tiempo y dejábamos la pubertad para entrar en una adolescencia adelantada, de madurez incipiente. El invento mágico, icónico, de esa quiebra fue TRÍA 75, que no sólo debiera tener una referencia en Algeciras sino además integrarse en la memoria colectiva de modo indeleble.

Qué pena que nuestros regidores no se den cuenta de estas cosas, ensimismados en visiones egocéntricas insustanciales. El Aula de Mayores de la Universidad está más atenta a estos asuntos, como lo ha estado desde hace mucho su precedente, el Centro de Educación Permanente Juan Ramón Jiménez, donde el profesor Roberto Godino afinó su magisterio acercando la gente a su medio ambiente histórico, social y cultural. Debieran los regidores frecuentar estos reductos desde los que se fortalece nuestra naturaleza como ciudadanos del espacio al que pertenecemos.

Helmut Siesser era un pintor alemán que gustaba viajar en caravana con su esposa Dojo, periodista de radio, y su pequeño hijo Ivo. Hoy, una calle lleva su nombre en Algeciras, justo donde un día aparcó la caravana, en la playa de Getares. Le pareció que había llegado a la tierra prometida. También le ocurrió a José Luis Villar, un ceramista jienense que se nos quedó en el corazón a todos los algecireños, a poco de conocer la playa del Rinconcillo. A José Luis García Jaén se le conocía por Pepe Bazo porque regentaba una imprenta en la calle Convento con un rótulo –Imprenta Bazo– que era una referencia en toda la comarca. También lo era la magnífica tienda de tejidos que estaba junto a ella: Medina, de una gran familia algecireña. De modo que si algún visitante peguntaba por Tejidos Medina, era fácil que se le dijera ¿sabe Vd. dónde está Bazo? pues al lado. O recíprocamente: ¿la imprenta Bazo?, ahí cerca, al lado de Medina. Curiosamente a nadie se le ocurría decir: frente al Ayuntamiento. En todo caso, la respuesta habría sido: frente al Coruña.

La inauguración de la primera exposición de Tría 75.
La inauguración de la primera exposición de Tría 75. / Diario Área

Helmut y Dojo procedían de Stuttgart, una gran ciudad del sur de Alemania, sede central de la casa de automóviles Porsche, hoy propiedad del grupo Volkswagen. Él trabajaba eventualmente como decorador de la televisión local y ella en la radio. Aparecieron por Algeciras en los años cincuenta, en su viaje de bodas, en la caravana que habían recibido como regalo. Dojo era alta, de piel curtida, circunspecta y seria. Cuando hablabas con ella te respondía con una sonrisa abierta y franca. Helmut tenía la pinta de artista que describiría un libro en que pudieras consultar qué pinta tienen los artistas. Era una pareja que se notaba que estaban cuando estaban. Maravillosos los dos.

En la pintura de Helmut abundaba la idea de que de lo que se trataba era de agradar al observador. Alguna que otra vez, pintaba lo que le parecía bien o se le ocurría, pero con frecuencia se refería, con una maestría sorprendente, al paisaje urbano. Si a los algecireños nos gustara tanto tener nuestra ciudad reluciente como verla pintada y fotografiada, sería la más limpia y bella del mundo, pero lo que parece gustarnos es que nos reproduzcan aquel rincón o ese paisaje que conocimos y que ya ha desaparecido o se ha transformado tanto que nos inspira nostalgia. Es un sentimiento semejante al que anida en las autoridades cuando advierten la importancia de las personas una vez que se han muerto.

Tría 75.
Tría 75.

La imprenta Bazo la abrió en los primeros años del siglo XX, Manuel García Bazo, el padre de José Luis García Jaén, que cuando acabó el (gran) bachillerato de Estado, intentó ingresar en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Era muy bueno en matemáticas y entonces, cuando algún estudiante presentaba síntomas de estar bien dotado para esta disciplina, tenida siempre por difícil, se le dirigía habitualmente hacia alguna de las ingenierías. La de Caminos era la de mayor prestigio social y alcance y por lo tanto a la que aspiraban los mejores. El examen de ingreso era un muro franqueable sólo por los que además de ser buenos tenían suerte.

García Jaén no tuvo suerte aun habiéndolo intentado varias veces. Pero la dura preparación que se vio obligado a soportar lo convirtió en un magnífico profesor de matemáticas, incluso llegó a publicar algunos trabajos en la revista Gaceta Matemática del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y, durante algún tiempo, a explicar matemáticas en el Instituto. La imprenta que heredó de su padre y las clases, eran su modo de vida, pero la pintura era la esencia de su vocación e intereses. Fue un pintor, un gran pintor de paisajes, que a veces se detenía en lo cotidiano. Su amistad con Helmut Siesser y López Canales iría en el ecuador de los años setenta, a constituir el grupo pictórico TRÍA 75.

TRÍA 75, con sus esposas.
TRÍA 75, con sus esposas.

Tres artistas de edades y trayectorias diversas y de modos de hacer distintos; tres grandes como artistas y como personas. TRÍA 75 nació en 1975 de la amistad, de la vocación compartida por la pintura, y se fraguó en salidas al campo y a pueblos cercanos, y en exposiciones. En la prehistoria de TRÍA 75 está la figura de Julián Martínez Burgos, un almeriense que apareció por Algeciras siendo muy joven, como trabajador de la Corchera Española. Durante varios años vivió en una pensión de los Gonzalez Troyano, situada sobre el almacén de materiales de construcción, en el tramo de General Castaños que va de la calle Larga a la Alta, frente a la fábrica de fideos de la familia Bozzino. Con mucho esfuerzo, mientras trabajaba, fue capaz de estudiar el bachiller elemental y de hacer la carrera de Magisterio. Dios le puso en el camino a una algecireña, Meli Rodríguez Montes, con la que se casó pronto, y finalmente ejerció como profesor en el colegio María Auxiliadora de la congregación salesiana.

Su inquietud intelectual y su curiosidad le acercaron al periodismo, interesándose sobre todo por las actividades artísticas y, especialmente, por la pintura. Su primer destino como maestro fue en Taraguilla y allí conoció a López Canales cuando éste era director de la Agrupación Escolar José Antonio. Para entonces, Antonio había tenido ocasión de ver pintar a Helmut, en la Plaza Alta, y de contemplar su pintura, concretamente en los murales que adornaban dos testeros que había en un restaurante de La Marina.

Tría 75, en su última exposición.
Tría 75, en su última exposición.

Muy pocos sabían que García Jaén pintaba. Antonio había obtenido dos premios, el primero y el segundo de oleos en un concurso de pintura celebrado en el Casino de Algeciras, en el año 1969, convocado por la Agrupación de Cultura y Arte (ACA), una asociación de gratísimo recuerdo que puede muy bien considerarse como el movimiento precursor de las iniciativas cultuales que han tenido desde entonces lugar en Algeciras. En el jurado estaba García Jaén, pero no hubo contacto alguno entre ellos. Un encargo a la imprenta Bazo un año antes, las invitaciones de boda de Antonio, les había permitido conocerse, pero al margen de su común dedicación a la pintura.

José Ramos Zambrana también formaba parte de ese jurado, un artista que sería esencial en el desarrollo y modernización de la Escuela de Arte de Algeciras. De menos se está echando la decisión de que esa querida Escuela lleve el nombre de quien fue su director durante tres décadas y tanto hizo por ella.

En Taraguilla, donde precisamente López Canales pensó en estudiar Bellas Artes y proyectarse hacia la enseñanza secundaria, Julián Martínez supo de su actividad artística, le habló de García Jaén y le ofreció la posibilidad de conocer personalmente tanto a éste como a Helmut. García Jaén y Siesser ya se conocían tanto personal como artísticamente. El traslado a Algeciras de López Canales, al Colegio San José de Calasanz, y su incorporación a la tertulia de los sábados del Coruña agilizaron la aproximación y la mutua admiración y afecto entre los tres pintores, Helmut, José Luis y Antonio, propiciando la conjunción de sus afanes.

Un recorte de prensa de 1987.
Un recorte de prensa de 1987.

El Coruña, gracias a Dios aún en escena, bien que enfrente de donde estaba, se había constituido en lugar de encuentro. No era el único, desde luego, pero sí el más concurrido por la intelectualidad de su tiempo, aunque con la competencia del Centenario, del gran Juanito, en el alto del Calvario, frente al Instituto. Al Coruña acudieron en su momento, nada menos que Ramón Puyol y Rafael Argelés, dos leyendas de la cartelería política y del arte en general, que habían vuelto del exilio al acomodo y la llamada de la Transición.

Pepe Rivadulla, el inventor de esa gran tasca de la calle Convento, un gallego de fina estampa, nacido en La Estrada, dio su sitio a la tertulia, habilitándole un espacio al fondo de su establecimiento. Allí no sólo nació TRÍA 75, en el año que recoge su propio nombre, sino también se señaló algo parecido a lo que en matemáticas se llama un punto de tangente horizontal; un punto de inflexión, en fin: un antes y un después en el pulso cultural y artístico de Algeciras, precisamente en una coyuntura política que tiene un lugar en la Historia de España.

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