Algeciras musulmana y cristiana

Algeciras nazarí e invasión meriní (1230-1275)

  • Capítulo 7. La presencia meriní acentuó los valores estratégicos de la ciudad y fomentó su desarrollo portuario, económico y demográfico

Mapa esquemático con los territorios meriníes en al-Andalus y principales rutas marítimas de la época en la zona del Estrecho

Mapa esquemático con los territorios meriníes en al-Andalus y principales rutas marítimas de la época en la zona del Estrecho

El período de tiempo que abarca desde el final del dominio almohade en la zona del Estrecho (1230) hasta el desembarco de las tropas invasoras meriníes en Algeciras (1275) es muy parco en noticias referidas a la ciudad de Algeciras y su entorno, bajo soberanía nazarí desde, al menos, el año 1238. Sabemos que Gibraltar y Algeciras habían pasado a poder de Ben Hud, emir taifa de Murcia, en el año 1230 y que este rey, que aspiraba a dominar las dos orillas del Estrecho y a controlar el activo comercio que, sobre todo desde Ceuta, se canalizaba por sus rutas, preparó una escuadra en Algeciras y en el verano de 1232 atacó la ciudad norteafricana y se apoderó de ella. Como gobernador nombró a un tal al-Gasatí que era el jefe de la flota musulmana de Sevilla y que había participado en su conquista. Pero los ceutíes no tardaron en sublevarse contra Ben Hud expulsando al gobernador andalusí de la ciudad en el mes de enero de 1233.

El paulatino avance de los castellanos por el Valle del Guadalquivir a partir de la cuarta década del siglo XIII provocó que populosas ciudades musulmanas como Jaén, Córdoba y Sevilla pasaran a poder de Castilla. Este dramático acontecimiento desencadenó una intensa emigración de población andalusí hacia las ciudades del Estrecho, en especial hacia Algeciras que era una prestigiosa urbe, bien fortificada, en la que residían numerosos sabios, con una fuerte tradición cultural y religiosa, todavía lejos de la zona de conflicto, emigración selecta que se refleja en la nómina de intelectuales y hombres de religión, procedentes de las ciudades tomadas por los castellanos, que se instalan en Algeciras en esos años. También por la pervivencia de la trama urbana de época almorávide y almohade que no sufre deterioros significativos hasta la conquista castellana de 1344, cuando es reocupada por los repobladores cristianos.

Un incidente bélico acontecido en la zona del Estrecho en el año 1262 volvería a convertir Algeciras en puerto base de una flota de guerra andalusí. Se trata del intento de conquista de Ceuta por Muhammad I ben Nasr, primer sultán nazarí de Granada, ciudad portuaria que hacía una fuerte competencia comercial a los mercaderes granadinos. Aunque en un primer momento el rey nazarí solicitó la ayuda de Alfonso X de Castilla, las elevadas exigencias de éste –la entrega de Algeciras y Tarifa– le hicieron emprender en solitario la aventura norteafricana que acabó con la derrota de la escuadra granadina.

Casco musulmán de los siglos XIII o XIV hallado en aguas de la bahía de Algeciras reconstruido en el Museo Municipal Casco musulmán de los siglos XIII o XIV hallado en aguas de la bahía de Algeciras reconstruido en el Museo Municipal

Casco musulmán de los siglos XIII o XIV hallado en aguas de la bahía de Algeciras reconstruido en el Museo Municipal

Sólo la revuelta mudéjar de 1264 en las ciudades castellanas de Jerez, Arcos y Medina Sidonia, entre otras fortalezas de la sierra gaditana, y la expansión de una nueva fuerza en el Magreb que venía a sustituir a los intransigentes almohades, los Banu Marín, activarían las alarmas y anunciarían de nuevo los vientos de guerra en la zona del Estrecho. Cuando el sultán nazarí Muhammad II asuma el poder en el año 1273 e intente sacudirse el pesado vasallaje castellano llamando en su ayuda a los Banu Marín que se habían apoderado de todo el Magreb occidental, Algeciras volverá a revivir una situación similar a la que sufrió cuando entraron en la ciudad los almorávides y, más tarde, los almohades.

Su conversión, una vez más, en base militar y enclave portuario de primer nivel del nuevo imperio norteafricano y la decidida apuesta castellana por controlar definitivamente el Estrecho desde 1279, pondrán a esta estratégica ciudad en el centro de la escena internacional y en el eje de un conflicto bélico (conocido por la historiografía como Batalla del Estrecho) que perduraría hasta que, en el año 1344, el rey Alfonso XI conquiste la ciudad de Algeciras.

En el mes de mayo del año 1275, Abu Zayyán, hijo del sultán de los Banu Marín, Abu Yusuf, embarcó en Alcazarseguer con numerosa tropa arribando a Tarifa. La crónica anónima árabe al-Dajira refiere que la playa en la que desembarcó el infante meriní fue la de la Peña del Ciervo. Sin duda el numeroso contingente norteafricano debió saltar a tierras entre la actual playa de la Peña y la de los Lances. Desde allí se trasladó a la ciudad de Algeciras que le fue entregada sin oposición por su gobernador Ben Hixam, que había abandonado al sultán nazarí. En el mes de agosto pasó su padre, el sultán, con un gran ejército constituido por miembros de la tribu Zanata y de aguerridos contingentes denominados “Voluntarios de la Fe” del Atlas, desembarcando en la playa de los Lances (Tarifa). Después de establecer su campamento base en la ciudad de Algeciras y entrevistarse en ella con el granadino Muhammad II, comenzó a devastar los territorios cristianos de la Andalucía occidental. Estas primeras campañas se prolongaron a lo largo de tres años. En todas estas expediciones la ciudad de Algeciras fue la base de partida de las tropas y el lugar al que retornaban los meriníes con el botín conseguido en ganado, oro, plata y cautivos para proceder a su reparto entre los expedicionarios y, lo que restaba, sacarlo a la venta en pública almoneda.

Aunque para la Andalucía cristiana la irrupción de los benimerines fue una enorme desgracia, para la ciudad de Algeciras, enclave en el que los emires norteafricanos establecieron la capital de su “protectorado” andalusí, fue un suceso que favoreció su expansión en todos los aspectos. La presencia meriní acentuó los valores estratégicos de Algeciras, fomentó su desarrollo portuario, económico y demográfico y mejoró sus capacidades urbanísticas y defensivas; pero, al mismo tiempo, sembró la semilla de su destrucción al convertirla en el centro de la pugna por el control del Estrecho en un momento en el que este paso marítimo estaba en el punto de mira de las potencias comerciales marítimas más pujantes de la Europa cristiana (Aragón y Génova) y de los proyectos expansivos de Castilla.

Para los castellanos, dominar Algeciras les posibilitaría poder controlar el citado paso marítimo en sentido norte-sur y este-oeste, cerrar las puertas a nuevas invasiones norteafricanas y, al mismo tiempo, poseer una inexpugnable fortaleza, estratégicamente ubicada, desde la que facilitar las relaciones comerciales entre el Mediterráneo y el Atlántico y acometer la conquista del occidente granadino. Pero esos proyectos se topaban con la presencia de la fuerzas expedicionarias meriníes que amenazaban con conquistar de nuevo para el Islam todo el Valle del Guadalquivir a los castellanos, cuyo sultán estaba dispuesto a permanecer sine die en al-Andalus y fundar una nueva ciudad para establecer a sus tropas junto a la vieja urbe de Algeciras.


Antonio Torremocha. Doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007).

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