Tierra de palabras

Yo me quedo en casa

La casa es la misma, pero nuestra conciencia de la casa cambia según el lugar que en ella habitemos

El cuerpo o instrumento humano es como una casa de tres niveles. El sótano es el cuerpo físico, la parte más oscura e incómoda para vivir. El primer piso, donde habitualmente vivimos, revela nuestros deseos, emociones y anhelos, que conforman nuestro cuerpo emocional. La terraza, que nos permite ver el sol, las estrellas y el espacio en el que está construida la casa, es el cuerpo mental. El alma, simbolizada por la luz del sol, no puede acceder a nosotros si todo el tiempo nuestra conciencia, el habitante de la casa, vive en el sótano, lo que significa vivir consagrado al cuidado del cuerpo físico. Tampoco puede llegar a través del cuerpo emocional; es necesario, simbólicamente hablando, subir a la terraza y entrar en ese nivel del cuerpo mental para que la luz solar del alma penetre plenamente. En el interior de ese cuerpo, la casa, tenemos redes de comunicación de diferentes tipos de energía. La red del acueducto y el alcantarillado representa la absorción y la excreción de los nutrientes a nivel del cuerpo físico. Podemos comparar la red del fluido eléctrico con el cuerpo etérico o sutil que suministra energía para que los procesos químicos puedan efectuarse. La red telefónica con sus extensiones internas son las líneas del campo de información, constituidos por nuestros niveles emocional y mental. Ese campo de información permite la comunicación con el exterior.

La casa es la misma, cualquiera que sea nuestra ubicación dentro de ella, pero nuestra conciencia de la casa cambia según el lugar que en ella habitemos. Esta conciencia puede transformar la calidad de la vida en la casa.

Si vivimos en el sótano no podemos utilizar las ventajas del fluido eléctrico, el agua y el teléfono; jamás sabremos que hay ventanas por las que pueden entrar el aire fresco y la luz. Así como vivir en un sitio húmedo y oscuro es malsano, vivir solo para el cuerpo físico es incompatible con una buena salud. Los sistemas de salud han hecho un énfasis tan desmedido en el cuerpo químico, que al olvidar el resto del hermoso edificio humano se han convertido en sistemas de enfermedad. Aunque llevemos luz artificial, lo llenáramos de comodidades, nunca desde el sótano el hombre podrá contemplar ese espacio estrellado del que él es también una chispa luminosa".

Estas son palabras del libro Medicina con alma del doctor Jorge Carvajal al que siempre recurro cuando siento la profunda necesidad de curar algo más que el sótano.

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