La familia de Diego Valencia observa la placa en su honor en La Palma.

La familia de Diego Valencia observa la placa en su honor en La Palma. / Erasmo Fenoy

Un ramo de flores, adornado con una cinta con los colores de la bandera de España, fue depositado el pasado jueves por la hija de Diego Valencia en el lugar en el que su padre cayó muerto hacía justo un año antes. Ella y los demás familiares de quien fue sacristán de la iglesia de La Palma pasaron muchas semanas, meses, sin poder transitar por la Plaza Alta, sin poder aproximarse siquiera a un espacio en el que cada día coinciden o se citan miles de personas, en un lugar de convivencia. Entre los bancos de azulejos con escenas del Quijote y la trianera fuente de cerámicas González juegan cada día grupos de niños que no miran el color de su piel ni atienden a sus acentos para compartir pelotas, bicicletas y carreras. Tal cual hacían aquella tarde oscura para siempre del 25 de enero de 2023, cuando un terrorista armado con un machete asesinó a Valencia, tras haber herido minutos antes en el cuello al cura Antonio Rodríguez, en San Isidro. Dos policías locales con un arrojo extraordinario detuvieron al asesino.

A lo largo de doce meses, el juez Gadea de la Audiencia Nacional ha tramitado con exquisito rigor las diligencias del caso y resolviendo cada uno de los recursos con los que la defensa de Yassine Kanjaa ha tratado dilatar y minar el procedimiento a fin de encontrar en el futuro algún resquicio para poner en solfa su ajuste a la ley. No ha sido así, por fortuna, gracias también a la profesionalidad de los letrados de la acusación particular, los manolos Gutiérrez Luna y Barberá, algecireños de larga trayectoria y con brillantes carreras profesionales. El resultado es que, si todo sigue tal cual está previsto, el juicio tendrá lugar este mismo año, algo realmente inusual en los tiempos que corren si tomamos como referencia otras causas.

Mal se haría, sin embargo, si no se sacasen consecuencias de lo ocurrido. La primera de ellas alude directamente al Ministerio del Interior, con una interrogante que permanece sin respuesta desde hace un año: ¿Por qué Yassine Kanjaa estaba en España pese a que seis meses antes de cometer sus crímenes contra Valencia y Rodríguez se había dictado en su contra una orden de expulsión a su país, Marruecos, por estancia ilegal? ¿Si estaba localizado por las autoridades, qué o quiénes impidieron que esa orden se cumpliera? Más aún y en previsión de males mayores: ¿Cuántas personas permanecen en España con órdenes de expulsión pendientes a día de hoy? Muy oportunamente, la acusación particular ha puesto sobre la mesa la responsabilidad que el Estado tiene de forma indirecta respecto al asesinato de Valencia. ¿Alguien asumirá el error cometido?

En muchas madrasas la intolerancia es norma, aspecto que sufren de forma especial las niñas a través de lecturas sesgadas y manipuladas del Corán

También deben reflexionar sobre lo ocurrido las comunidades islámicas existentes en España, bajo cuyos paraguas funcionan las madrasas en las que se imparte a los niños y jóvenes doctrina sobre el islam, al margen de la enseñanza reglada. Como explicó en Europa Sur José Ángel Cadelo, en algunas de esas escuelas del islam, caso de la existente en la mezquita Al Rahma (en el barrio algecireño de El Saladillo) la moderación es la seña de identidad. Además, y en su caso, tiene licencia municipal de apertura y cuenta con personal titulado para impartir las clases. En otras madrasas, sin embargo, la intolerancia es norma, aspecto que sufren de forma especial las niñas a través de lecturas sesgadas y manipuladas del Corán. Los imanes que impulsan ese modelo levantan barreras entre la población y fomentan actitudes apartadas de los principios de un estado social democrático de derecho como España.

La mezcla, la interculturalidad, la fusión de civilizaciones se han dado para bien a lo largo de la historia

Si cabe, más grave aún es que, como hoy detalla este periódico, muchas comunidades islámicas no se hayan desmarcado ni un milímetro del imán Ayman Adlbi, líder de la Unión de Comunidades Islámicas de España, investigado por la Audiencia Nacional y a quien la Policía Nacional sitúa en la cumbre de una trama a través de la cual se han derivado fondos para financiar las actividades terroristas de Al Qaeda, en Siria.

En otro artículo, Cadelo describió de forma perfecta que el problema no son las religiones, sino "el dogmatismo cultural" que unos pocos intentan proyectar sobre la colectividad, retorciendo las palabras para adecuarlas a su estrechez mental, para acabar con el libre pensamiento. La mezcla, la interculturalidad, la fusión de civilizaciones se han dado para bien a lo largo de la historia; el reto y la oportunidad es enriquecernos, aprendiendo los unos de los otros, como niños en la Plaza Alta.

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