Tierra de palabras

Santosha

Estar rodeada de niños me recuerda a la niña que fui, despierta mi infancia con sus luces y sombras

Se convirtió en un clásico el silencio de septiembre en el jardín de casa. Vuelta al protagonismo de los pájaros y alguna que otra insistente chicharra. Y mentiría si dijese que no lo agradezco, principalmente porque el silencio es indicio de vacaciones; mis vacaciones de verano. A partes iguales están el deseo de descanso como el echarlos de menos. Y es que el jardín se queda deshabitado de sus risas y juegos, de sus tiernos cuerpos que parecen de goma, de sus excavaciones y siembras, de sus conversaciones solo aptas para los de su misma altura…

Estar rodeada de niños me recuerda a la niña que fui, despierta mi infancia con sus luces y sombras, con sus alegrías y sus miedos a través de los de ellos. La insistente pregunta de una niña todos los días de si su madre vendrá a por ella, a lo que una quiere quitar hierro a su incertidumbre mientras se te ata un nudillo en el pecho de ver cómo padece una innecesaria angustia que la edad genera porque sabes que su madre vendrá, sin duda alguna, a por ella a la hora de la recogida. Emocionarte cuando en toda la extensión que el jardín tiene eligen para construirse una casa el rincón que más valor posee, donde los árboles que hay plantados recuerdan a los que se fueron pero que siguen estando porque cada día hay para ellos un recuerdo. Y al entrar por la invisible puerta han decidido que para cruzarla la palabra mágica sea Santosha. Y en el entorno se oye sin parar en sus bocas y la siento como un riego de alegría para el jardín, sus vidas y la mía.

Santosha es un niyama, uno de los cinco principios universales o reglas relacionadas con el cuidado de uno mismo que hemos trabajado este verano. Es una forma de que aprendan la importancia de su evolución personal desarrollando su conciencia individual y su potencial personal en todos los sentidos. El mensaje de Santosha, su traducción, es "el contentamiento". Este niyama nos enseña la importancia de valorar lo que tenemos: familia, naturaleza, amigos… Así que su secreto es la gratitud.

Ese contentamiento que los niños trajeron durante dos meses al aula de verano sigue vibrando hoy desde el silencio. Y mi agradecimiento también se sigue expandiendo sobre todos ellos. Mi agradecimiento a todas y cada una de sus enseñanzas, a su bendita compañía y a su contagiosa alegría. Se fueron dejando aquí conmigo su imperecedera esencia.

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