Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Rodeados como Custer

Abierta la veda, deberíamos sacar todos los desperdicios a la calle para formar una descomunal montaña de basura

En una de las escenas de Primera plana -ningún periodista debería graduarse sin haber visionado no menos de doscientas veces esta obra maestra de Billy Wilder- el director del Chicago Examiner grita a sus esbirros que encuentren "en antros, hospitales y depósitos de cadáveres" a su reportero estrella, quien en otro momento de la película lanza una frase para la posteridad: "No le digas a mi madre que soy periodista; ella piensa que toco el piano en un burdel". Debe ser cierto que el periodismo no está hecho para gente de bien y orden porque, en caso contrario, no serían tantos y tan importantes los personajes que por el bien común intentan enmendarnos la tarea. Tan viejo como el comer, rodeados como Custer.

A lo largo de casi treinta años como periodista he recibido presiones, coacciones y hasta alguna que otra amenaza que rozó la náusea. Lo han hecho responsables políticos de casi todo signo, alcaldes y un presidente de diputación. De vez en cuando se suman también al tiro al plato algún representante vecinal, empresarios, jefes de prensa, cofrades, taxistas, sindicalistas, el amplio gremio de los jartibles y organizaciones de todo pelaje guiados por el principio del conmigo o contra mí. Algunos se han confundido también al creer que un contrato publicitario les iba a permitir vetar informaciones. Y no, quien te paga no te compra y no somos papagayos para repetir sin más lo que digan los jefes de los partidos, la patronal de las pipas de calabaza o el sindicato de mentecatos.

Si los periodistas no relatamos muchos episodios desagradables, salvo cuando compartimos una cerveza con los colegas de vicio/oficio, es porque desde un principio hemos interiorizado que estamos aquí para contar historias ajenas, no nuestras penas. Y solo las denunciamos cuando el grado de hartazgo ha superado límites difícilmente tolerables. No somos pianistas en burdeles, es cierto, pero nuestra piel no es de elefante. Como a cualesquiera otros, las balas nos hacen daño.

La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha denunciado públicamente el hostigamiento que diversos asociados vienen soportando por parte de responsables de Podemos. No cuestiono la veracidad de los hechos poque a estas alturas me suena tanto la letra como la música, pero como organización profesional de periodistas, una vez metidos en harina, la APM debería haber identificado a los responsables de dichas amenazas y concretar en qué consistieron. Y una vez abierta la veda, no parar ahí y sacar entre todos a la calle los desperdicios acumulados. Formaríamos así una enorme, una gigantesca y descomunal montaña de basura que, en cierto modo, se convertiría en un túmulo en homenaje a los compañeros de profesión caídos en combate.

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