Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

"Ir, ver, volver y contar"

"Una vez más hemos asistido al linchamiento de una persona, de una familia, a causa de la especulación mediática"

No todo vale. Una vez más hemos asistido al linchamiento de una persona, de una familia, a causa de la especulación mediática sobre sus vidas: Diana Quer, que desapareció una madrugada hace ahora año y medio. Aparte del hallazgo de su teléfono móvil en una ría, no hubo más noticias sobre ella hasta esta semana, cuando ha aparecido su cadáver en un pozo y el autor del crimen ha confesado que la mató la misma noche en que la raptó. A partir de ahora serán la investigación policial y las diligencias judiciales las que determinen los detalles de lo ocurrido y las responsabilidades penales. Ese es el relato. Todo lo demás -casi todo lo que se ha dicho respecto a este caso a lo largo de los últimos 18 meses- fue especulación, morbo, invención, basura. El negocio periodístico es, debiera ser, otro bien distinto.

Muchos de quienes se llaman periodistas, licenciados o no, con o sin carnet profesional, olvidan pronto que la misión principal de este oficio es contar historias de manera "subjetivamente honesta", tal como subrayaba hace unos días en estas páginas Pepe Aguilar. Y siempre con vocación de servicio público. En palabras de otro maestro, Enrique Meneses, -no hay como recurrir a los clásicos, aunque sea de forma reiterada- el ejercicio del periodismo se resume en estos cuatro infinitivos: "Ir, ver, volver y contar". Verbos todos ellos que nada tienen que ver con manipular, mentir o retorcer los hechos para lograr un titular.

Sobre Diana se hicieron comentarios en los que se dudaba de su moralidad por actividades tan sospechosas a los 18 años como salir con chicos, ir de fiesta, fumar y beber. "La hipótesis más repetida es que la joven volvió a su casa, se cambió de ropa, salió y se subió a un automóvil", se dijo. Poco más o menos, ella se lo había buscado. Sobre sus padres se extendió la sospecha de que ocultaban información y de que, por tanto, algo podrían haber tenido que ver con la desaparición de su hija. No nos hace falta año y medio. Basta con que nos pongamos durante unos segundos en la piel de ambos para sentir la náusea.

La misma jauría mediática y un tribunal popular inexperto condenaron sin pruebas a una inocente por el asesinato de Rocío Wanninkhof, mientras el verdadero asesino siguió paseándose por las calles... hasta que pasados cuatro años mató a otra joven, Sonia Carabantes. La hemeroteca conserva otro titular, acompañado de la foto de un hombre aterrado y custodiado por la Policía mientras la multitud le grita asesino: "Muere la niña de tres años que fue agredida por el novio de su madre en Tenerife". La autopsia demostró, finalmente, que la pequeña había fallecido por el golpe de un columpio en la cabeza, tal y como el detenido había afirmado desde un principio.

"¡Luz, más luz!", gritó Goethe antes morir. Vamos a ello.

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