Sánchez está equivocándose. En capítulos anteriores sostuve que una amnistía parcial, excluidos algunos tipos de delitos y los altos cargos participantes de los hechos “in illo tempore”, podría ser una forma de cambiar el contexto del debate en Cataluña. En cualquier negociación se cede, si no: se llama imposición.

Lo vivido en el Congreso esta semana es un error de apreciación. No, Pedro Sánchez, no es usted quien tiene que ceder sino ese partido catalán cercano ideológicamente a Vox. ¿Qué le quedaría a Puigdemont si perdiera la baza de la aministía?: nada, tener de nuevo la fuerza de la Ley y el Estado español en toda su frente, la opción de negociar está ahí pero no para que un par cargos representativos de una Comunidad y malencarados contra el resto pueda tratar al Parlamento (de toda la Ciudadanía) con displicencia y cierta soberbia, efectiva, por cierto.

Un momento, nadie interprete que doy la razón al PP feijootero; no he visto caso más evidente de separación de la realidad social que la de un PP al pairo de lo que considera que le puede otorgar votos, sin abandonar las posiciones ultras, mostrándose en un centro que no existe y dándoselas de patriotas pensando, en realidad, sólo en las facturas a gestionar. No entrar en el debate de fondo de lo votado y provocar el cuanto peor mejor, sin evitar la dependencia de Junts, ya saben, eso que dicen algunas de “Al Gobierno ni agua”, es un despropósito que convierte la política en juego de trileros en el que la ciudadanía no es más que el material para la apuesta. Que la realidad de la calle no les interesa es una evidencia hiriente.

Soy temperamental, reconózcolo, si éste es el plan: reunión, en Bruselas mismo, y al jefe del circo (no a los payasos, que nadie se sienta agraviado), le espetaría que si éste va a ser el tenor de la legislatura “Vaffanculo”, disolución y convocatoria de elecciones, y sin disimulos: en el programa pondría amnistías, coaliciones y claridad sin dudas con los límites de la Ley. Yo no he votado a Sánchez, pero si reaccionara así me lo pensaría, porque si hay algo dañino para una democracia es el conchabeo, la voluntaria confusión de lo público con lo privado, teniéndonos como rehenes a quienes nuestra única riqueza auténtica es un Estado que ofrece garantías para poder vivir con una mínima dignidad. Lo de Podemos no tiene nombre, bueno, uno empieza a temerse una voladura calculada, si no es simplemente estupidez.

Lo que duele es el desmantelamiento de la Sanidad, el desastre sin parangón de la Educación, la pérdida continuada de poder adquisitivo, la incapacidad para tener tejido productivo real prometida tras la experiencia de la pandemia, la voracidad del Estado de Israel y sus consecuencias terroríficas o la expansión de Rusia y China... el resurgimiento del fascismo en Italia, el nazismo europeísta germánico y el nacionalcatolicismo con tintes falangistas de la Iberia. Y ellos con sus mierdas.

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