Cajón de sastre

Nicolás Barroso

Ciencia en la calle

HACE tan sólo unos días, cualquiera que pasara por el corazón de Algeciras, la Plaza Alta, se veía sorprendido por una multitud de gente joven que pululaba alegremente entre las casetas de madera de lo que ha sido luego la Feria del Libro. Cada caseta llevaba el nombre de uno de los colegios e institutos de la zona y dentro de ellas y en los alrededores, se mostraban las aportaciones que cada grupo traía a la feria de la ciencia y la imaginación. Allí había de todo, desde siluetas a tamaño natural de los cetáceos de nuestras aguas hasta aves de cetrería, pasando por un vehículo aerodinámico movido por energía solar y una complicada maqueta de un ingenio de Leonardo da Vinci. Un grupo entusiasta de Profesores y Alumnos habían hecho el milagro de que la Física, la Química, la Biología y las Matemáticas salieran del estrecho recinto de los libros para cobrar vida material. Era un gozo ver, hasta a los más pequeños, explicar en público sus realizaciones con desparpajo y entusiasmo. Una pareja de niñas encantadoras, me explicaron con rigor las migraciones de aves por el Estrecho. Los bares y cafeterías de la Plaza estaban a rebosar y el comercio del centro tuvo una animación desacostumbrada.

Se me ocurrió pensar que no conocía mejor forma de protestar por los recortes económicos en Educación que esa digna muestra llevada a cabo por un grupo de profesores y profesoras como Ana, David, María del Mar, Cristina, Conchi, Nono, Cándido, Nuria, Ignacio, María Luisa, Ismael y Amelia.

Detrás, como soporte de lo que todos vemos, están montones de horas de trabajo en la preparación, las reuniones de coordinación y los contactos con prensa y patrocinadores. No cobran nada por ello. Tampoco reciben nada por servir de ejemplo e inspiración a sus alumnos ni por luchar para corregir el desequilibrio que se está dando por la elección mayoritaria de la opción de Letras, entre los estudiantes. Lo hacen despertando vocaciones. No les pagarán, pero tienen el respeto y la admiración de sus conciudadanos que comprenden que es injusto recortarles medios, a los que nos aseguran el futuro. Existen también otros profesores que creen defender mejor sus ideas, poniéndose una camiseta molona, negándose a trabajar en actividades complementarias y tocando el pito por ahí. Tienen todo el derecho del mundo a hacerlo, pero su protesta es menos convincente.

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